miércoles, 13 de octubre de 2010

Viaje de regreso - Víctor Lorenzo Cinca


Aunque muchos le aconsejan que a su edad no debería coger el coche, o quizás por ello, esta noche conduce lentamente por la ciudad, sin rumbo ni prisa, con su bastón de cedro como único copiloto. Cruza el puente y observa por la ventanilla lateral el pisito donde vivió antes de trasladarse, hace ya algunos años, a casa de su hija y se sorprende al ver ropa tendida en el balcón, pues creía que continuaba desocupada desde que se mudó. Sigue la marcha mientras piensa que su hija quizás lo haya alquilado sin decírselo y se entristece porque ya no cuentan con él para nada. Dobla la esquina y encuentra al frente la fábrica donde trabajó durante toda la vida y advierte con sorpresa que aunque lleva más de una década cerrada, la chimenea arroja una fina columna de humo blanco. Incluso cree escuchar el sonido de las máquinas. Pasa por delante del bar donde echaba las partidas de cartas al poco de casarse, del que hoy en día sólo queda un solar ocupado por las malas hierbas, y le parece ver, sirviendo un café en la terraza, al mismo camarero de aquel entonces. Subiendo por la avenida divisa al fondo la iglesia donde contrajo matrimonio hace más de medio siglo. Aunque es ya de noche, por los coches que abarrotan el aparcamiento juraría que en el interior están de celebración. Ya en las afueras, totalmente desubicado, se topa con el colegio en el que pasó su infancia y ve, por encima de las rejas oxidadas del patio, cómo una pelota sube y desciende hasta volver a desaparecer. Al final de la carretera asfaltada ve el antiguo hospital en el que nació, derribado treinta años atrás, y sin ganas de comprender nada acelera al máximo y se estampa contra la columna de la entrada.


Tomado de Realidades para lelos

2 comentarios:

Olga A. de Linares dijo...

Excelente, Víctor, felicitaciones

Víctor dijo...

Muchas gracias, Olga. Me alegra que te gustara. Un abrazo.