Vemos, sobre el verdor del césped, a dos hombres vestidos de traje oscuros y con sombreros cuyas alas ladeadas nos impiden ver sus ojos. Cada uno extiende el puñal y amaga con cortar o clavar. Retrocede uno y el otro avanza, alternándose el peligro de muerte, a cada instante, con cada gesto, una danza fatal.
Si dije “vemos” esto significa que, en su verbo plural, juntos observamos y “sobre el verdor del césped” quiere decir que nos ubicamos (nosotros, seres de otros mundos), quizás ocultos cobardemente detrás de unos arbustos, espiando a los contrincantes, también significa que el césped está en su apogeo ya sea por la estación del año, verano, o porque está bien cuidado por el jardinero que en ese momento se encuentra regando unas rosas en otra parte y no puede oír la contienda debido a que lleva auriculares puestos escuchando música, sin embargo no podríamos saber qué música es debido a que tendríamos que acercarnos y pegar el oído al suyo cosa que le molestaría puesto que está muy concentrado en su labor de jardinero y la melodía lo ha embargado haciendo que su mente se disociara del mundo. En este sentido, tampoco los malevos pueden ver ni oír al jardinero y si lo hicieran no les importaría, porque no es con él la cosa sino entre ellos, por eso dije que “vemos a dos hombres”, si el jardinero es parte del combate hubiese dicho tres hombres, el que estén vestido ambos con trajes y sombreros y el jardinero con su tradicional overol y sombrero de paja, son roles sociales que deben ser discriminados, en el mejor sentido de la palabra, me explico: para no confundir entre el oficio de malevo y el humilde y sudoroso trabajo del jardinero, ambos cortan, con la diferencia que unos carnes y otros vegetales, respectivamente, y no lo digo en cuanto a la dieta alimenticia, no, me refiero a los instrumentos cortantes, que se debieran prohibir para evitarnos estas faenas.
En el bolsillo frontal del overol, jardinero lleva su MP3 cargado con 350 temas musicales, la completa jornada de trabajo no le alcanzaría para acabar de escucharlos a todos.
El jardinero sabe que hará mucho calor, que las plantas necesitarán agua.
Ahora, “Cada uno extiende el puñal y amaga con cortar o clavar” es una forma de expresar que, de un momento a otro, alguien va a morir o con suerte a ser herido y auxiliado por médicos.
Tanto los empleados de los servicios fúnebres como los médicos no están al tanto de estos malevos que pronto resolverán, sangre mediante, sus rencillas. De modo que: jardinero, médicos y funebreros ignoran el pronto desenlace. Mientras tanto, nosotros seguimos espiando detrás de los arbustos. De pronto el jardinero con la manguera en sus manos se nos aproxima empapándonos hasta los huesos, para no delatarnos permanecemos inmóviles, aguantándonos el involuntario refrescamiento. El jardinero gira a la derecha y prosigue con los malvones; uno de los malevos esgrime el puñal asestando un tajo en la cara del otro. Los médicos sabrán cocérselo de manera que no quede cicatriz, los funebreros maquillarán la herida para suavizar el dolor de los apenados familiares y conocidos que suelen llorar alrededor del ataúd, ninguno de éstos se enterarán de nuestras presencias en el lugar de la riña.
El del tajo en la cara responde furioso y tira un cuchillazo cortándole la garganta, el jardinero gira nuevamente a la derecha, advierte a los peleadores, se asusta, corre, se enreda un pie con la manguera y cae sobre la tijera de podar, los médicos no saben que ha entrado al hospital un portador de Ántrax, los funebreros mueren aplastados por derrumbarse el edificio dónde trabajaban, los familiares y conocidos de ambos malevos son acribillados por la mafia, ametralladoras en manos, sin dejar a nadie con vida.
Moraleja: “No te juntes con humanos ni nada que se les parezcan”.
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