miércoles, 1 de septiembre de 2010

El pan de estos días - Mónica M. Brasca


Nueve menos cuarto de la noche de un frío viernes de mayo. Sonó el timbre. Esperábamos al novio de mi hija, que llegaba de viaje. En otro momento lo hubiera atendido por el portero, pero fui a recibirlo con un abrazo para demostrarle cuánto sentíamos la triste situación por la que estaba pasando.
No era Gastón. Era un muchacho de muy mal aspecto que dijo estar vendiendo pan casero. A través del vidrio de la puerta me enseñó una bolsa en la que supuestamente había panes, desafiándome con el gesto de quien empuña un cuchillo. Dentro de mi casa, con llave, me sentí totalmente indefensa ante el rencor de esa mirada. Él sabía cuánto miedo infundían la hora, su cara, sus modos. No le creí, pero fui a buscar dinero. Al volver, le oí decirle a otro:
—Va’ ve’ que ahora me sale con que no tiene cambio.
Tampoco yo había inspirado su confianza.
Cobardemente le di los cinco pesos, aun temiendo que de la bolsa sacara un arma. Pero me dio a elegir entre los panes que todavía le quedaban. Tomé uno cualquiera, me daba lo mismo; sólo me urgía cerrar la ventana cuanto antes.
No hubo caridad, ni genuina entrega.
Ninguno de los dos salió ganando. Ni siquiera el alivio de una sonrisa.

No hay comentarios.: