Para poder salir del encierro se acostó a dormir. Durmió, en efecto, y soñó. Sus sueños tenían una textura vaporosa, por lo que pudo atravesar fácilmente los muros. Lo que no había previsto era el cansancio; atravesar los muros de la cárcel cansa mucho, se dijo, por lo que se acostó a dormir y soñó que estaba encerrado nuevamente. Y seguía muy cansado, así que decidió acostarse en el mugriento camastro en el que pasaba las horas. Se durmió. Soñó que cavaba un túnel; tardó veinte años en abrirse paso del otro lado del muro. Ahora, al cansancio se le sumaba un permanente dolor intestinal, producto de la ingesta de toda la tierra que sacaba del túnel. Finalmente pasó del otro lado, pero por entonces estaba tan infinitamente cansado que se tiró a dormir sobre la hierba. Allí lo encontraron los guardias y se lo llevaron prisionero. Compareció ante el juez, que lo condenó a muerte por fugas reiteradas. Él se rió de la condena y el juez lo contempló, perplejo.
—¿De que se ríe? —preguntó finalmente.
—De que me voy a despertar en cualquier momento y ya no voy a ser un condenado a muerte.
Pero no se despertó.
1 comentario:
No siempre se despierta de todas las pesadillas, como quisiéramos.
Muy bueno, Sergio.
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