El bajo de Casalins es, al decir de pobladores de las ciudades aledañas, uno de los que más pájaros reunía, si no el que más en el mundo. Evidentemente, estas cosas se saben y no faltaban pullas entre los vecinos de La Chumbiada y los parroquianos de Newton acerca de quiénes vieron más pájaros en ciertas temporadas. Y los tienen catalogados. En los museos de por ahí se conservan las narraciones de los viejos paisanos hechas ahí en el bar. Hubieron quienes quisieron filmar la llegada del primer flamenco cubano al bajío o los que tiraban la suerte interpretando las formas que parecen escribir en el aire los tordos azules o los chorlitos de Australia en lugar de la zoncera esa del tarot. Los gavilanes, águilas negras, águila zapatuda, cóndores andinos, halcón peregrino y demás rapaces se hacían festines memorables con los teros, avechuchos azules de las Orcadas, chajáes pichones que fenecían entre tanta turbamulta de pájaros. Se llegaron a contar más de cien formas diferentes de pájaros mariposa, pájaros picaflor, pájaros veleta. Poblaban sin duda en forma mayoritaria la charca, las garzas blancas y la overa, las garzas de Fontainebleau que venían con alisos cálidos hasta estas pampas, los chingolos de Canadá y Martinica y los caranchos, pero no duden que habrían encontrado ñandúes, aves fragata, lechuza de campanario y de vizcacheras y otras que parecían ciertamente palimpsestos de aves en extinción, como los reales benteveos de Curaçao. Pájaros carpinteros que se quedaban sin eucaliptus, calandrias que luchaban como toros por mantener su espacio, horneros en tanta cantidad que no alcanzaba el barro para sus casitas y los gorriones que venían a robar lo que podían de lo que dejaban los otros. Y así, sin poder nombrarlos a todos, los pájaros se mecían entre el pelo del agua y la flor del aire.
Desde Solanet, La Reforma, Real Audiencia y otros pueblos se congregaban para el avistaje señoras de misa diaria, aceiteros y mecánicos de tractores, adolescentes como nosotros venidos hasta del otro confín de la cuenca, viudas y, por supuesto, autoridades en la época de elecciones.
Hasta que un día sopló un viento del Oeste Sudoeste que dejó al agua del bajo pero le quitó las plumas hasta los chajáes, que se cuentan entre las aves más difíciles de desplumar. Ese viento embarró la cosa porque los patos y los gansos no pudieron llegar, se volaron las moscas a otras acequias más al norte, las mariposas perdieron el polvo que les daba el color y todo bicho, hasta los peces, fue arrancado de las aguas e incinerado vaya uno a saber en qué hondonada del Salado. Eso, sumado a que el barullo de nosotros los turistas no dejaba a las aves copular decentemente escondidas, hizo el resto.
Ahora hay muchos pájaros, es cierto, nadie podrá negar esto, pero ni sombra, ni sombra de lo que una vez fuera el bajío. Será el calentamiento global, será la afluencia de turistas que predan con sus fotos todo el paisaje que se amustia, pero curiosamente ahora, hoy día, hasta las garzas azules nos vienen a pedir un poco de ginebra para pasar el frío en el bajío de Casalins.
3 comentarios:
Voy a pasar el día en esa magnífica charca -virtual- de pájaros. En mi charca también hace frío hoy... y no hay ginebra. Muy buen cuento.
Voy a pasar el día en esa magnífica charca -virtual- de pájaros. En mi charca también hace frío hoy... y no hay ginebra. Muy buen cuento.
D. Héctor, sublime lección de ornitología fantástica.
Me gustó mucho!!!
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