Alineó las fotos, con un suspiro. Qué joven era su mujer al irse (ah, la enfermedad maldita). Y aquel amigo, el del absurdo suicidio. Si él pudiera acompañarlos; pero el don no deseado, la inmortalidad, lo condena a vivir más y más de recuerdos; tendrá que reaprender en terapia a vivir con alegría el eterno Tiempo Presente y a recordar cómo era tejer proyectos de futuro. Porque el futuro ya es sólo un proscenio que apenas si le exige esperar lo bastante y… ¡zas! se corporizará. ¿Amar a otra mujer? Para qué, si ella también va a morir. ¿Propiedades, bienes? Se deshacen ante sus ojos. Ya ha presidido su país en dos ocasiones. La primera, fue un héroe. La segunda, un canalla.
Implora la muerte. Del Diablo le llega una risa burlona. Vuelve a maldecir el momento en que trabó amistad con Dorian Gray. Y ni siquiera hay un retrato salvador, una efigie de tela y óleos sobre cuya corrupción creciente clavar el cuchillo que lo redima: todo el miserable contrato con Satán se celebró por Facebook…
Implora la muerte. Del Diablo le llega una risa burlona. Vuelve a maldecir el momento en que trabó amistad con Dorian Gray. Y ni siquiera hay un retrato salvador, una efigie de tela y óleos sobre cuya corrupción creciente clavar el cuchillo que lo redima: todo el miserable contrato con Satán se celebró por Facebook…
1 comentario:
Buena combinación para la literatura, mala para la vida: facebook, Satán y Dorian Gray...
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