viernes, 26 de febrero de 2010

El último escritor - Andrés Terzaghi


Fui a registrar mi último libro a Registro de la propiedad intelectual. Entré al enorme edificio con el original bajo el brazo, ilusionado con publicarlo algún día. Un hombre con cierto aspecto sombrío y achacoso me atendió mientras revolvía unos papeles en su  escritorio. No tardé en comunicarle el propósito de mi presencia, pero él sin permitirme mayores explicaciones me invitó a que lo siguiera por un estrecho pasillo que desembocó en una enorme sala subterránea, bien iluminada y en la cual estaban distribuidos ordenadamente unos extraños cubos negros comunicados entre sí por cables.
—Por lo visto usted todavía no está enterado. ¿Sabe qué son esas cosas?
—No tengo la menor idea. ¿Qué?
—Son computadoras que intercomunicadas procesan datos.
—Ajá. Y ¿qué datos son los que procesan?
—El primer cubo a su derecha, selecciona al azar millones y millones de palabras y todo tipo de signos en unos cuantos segundos, luego archiva ese “orden aleatorio” y se lo transmite al cubo que le sigue. Éste analiza dicho orden aleatorio y mediante un programa de ciberlógica enlaza esas palabras y signos dándole la sintaxis correspondiente a los parámetros ciberlógicos. Archiva este procesamiento y lo envía al cubo que sigue. Éste otro se encarga de la terminación del texto y su nomenclatura ordenada jerárquicamente según valores preestablecidos. Usted se preguntará en qué consiste toda esa información. Ciencia, arte, religión, filosofía, etc.  Dígame el título de su libro por favor.
—El despropósito.
—A ver a ver…
El sujeto presionó en un tablero invisible, o visible sólo a sus ojos, y de inmediato apareció el libro inédito que había terminado de escribir hace unos días, proyectado contra la pared del recinto.
—Ahí lo tiene. Demás está decir que no hace falta que lo registre, ya nuestra administración se ha encargado de dicha responsabilidad apenas las computadoras lo archivaron en su memoria central.
—¿Qué pasa si le cambio el título, por ejemplo, o sustituyo esta palabra por otra o incluso lo reduzco a la mitad?
—Todas esas versiones están archivadas en la memoria central. Las combinaciones son inagotables de modo que creamos un cuarto cubo el cual es nuestra computadora maestra. Podría asegurar que allí se hospeda el inconciente colectivo y mucho más que eso. Todo lo que el hombre imaginó, imagina e imaginará está allí. Por mencionarle un caso curioso, ayer encontré un cuento que escribió hace unos cincuenta años un tal Terzaghi, muerto en el mismo día que lo escribió, 2010-02-26. Su título: El último escritor. Breve, apenas unas 466 palabras.  Si pone atención se dará cuenta que el autor nos menciona, aunque los personajes no tienen nombre, uno de ellos es usted, precisamente el que está escrito en primera persona y su desenlace no posee el remate que un buen cuento debiera tener.

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