lunes, 7 de diciembre de 2009

Lo que no fluye se enrosca - Sergio Gaut vel Hartman


Los profesores Randoval y Gautman le daban los últimos toques a la máquina del tiempo.
—Lo único que falta es que la lustre con Blem, profesor Gautman. ¿Puede dejar de frotar que me pone nervioso?
—No es Blem, profesor Randoval, es pomada Cobra.
—Pomada —dijo Randoval—. Eso me dispara una idea. ¿Qué le parece si probamos la máquina yendo a Troya, justo antes del momento en el que Aquiles lo hace pomada a Héctor.
—Pomada, no, profesor Randoval, trapo de piso. Después de que Aquiles le hizo barrer todo el perímetro atado a su carro de vencedor (con ayuda del árbitro), Héctor quedó más gastado que arpillera de fonda después de cuatro días de tormenta.
—Yo sé que usted es aqueísta, profesor Gautman, pero tendrá que tolerar mi troyanismo. Si no fuera por Odiseo que hizo trampa con el asunto del caballo, la cosa se hubiera resuelto cuando Paris puso justicia en el marcador con ese disparo ajustado que se coló entre los gemelos y el talón del héroe casi inmortal, devenido occiso por voluntad y elección de la flecha que el troyano le acertó. Si no fuera por eso, hoy estaríamos festejando una gran victoria de Ilión, merecida, por cierto. Así que voy a enmendarle la plana a Homero, con o sin su consentimiento.
—Temo tener que contradecirlo, profesor Randoval, pero el devenir histórico no se va a alterar, haga usted lo que hiciere. Algún hecho providencial devolverá el flujo a su cauce y el presente será tal como lo conocemos. Si el presente no fuera tal como lo conocemos, sería otro presente, pero eso no es posible, por lo que se repetiría la situación: el presente será este, el que conocemos.
Randoval contempló a Gautman como Paris debe haber mirado a Helena cuando ella le dijo “quiero volver a casa; extraño a los chicos, en los shopings de Troya no se consigue nada”. —¿Sabe una cosa, profesor Gautman?
—Sé muchas —replicó Gautman, que era más pedante que Joseph Pujol.
—Me da la impresión que no se da cuenta que este artefacto —señaló la reluciente máquina del tiempo— es una herramienta preciosa, algo incomparable, nunca visto. Pero usted se comporta como si fuera un samovar. Homero estaría orgulloso del contrafáctico metaficcional que estamos a punto de perpetrar.
—Se equivoca, profesor Randoval. Tengo muy claro qué es esto. Pero no le voy a permitir que se transporte a la Grecia de mis amores para alterar la historia. ¿Cree que voy a correr el riesgo de que le meta una bala en el talón a Aquiles para que la guerra la ganen los troyanos?
—No me empuje hacia las procacidades facilongas, profesor Gautman, que lo de la bala, hablando de Aquiles, sale sobrando.
—Y usted no se vaya por la tangente, profesor Randoval, y no se aproveche de la situación, trepe a la máquina y se fugue al pasado para alterarlo.
Fue el momento elegido por el teléfono para sonar. Ambos científicos se precipitaron sobre el aparato, pero Randoval llegó primero.
—Si, señor embajador, sí; ¡por favor, eso está lejos de mi voluntad!
—…
—¿Incidente diplomático? ¿Lo dice en serio? ¿Y por que habríamos de tener un...? Ah, claro, entiendo. Bueno, bueno, no se sulfate...
—…
En ese mismo momento una especie de Shuarzeneguer en taparrabos destrozó el marco de la puerta para irrumpir en el laboratorio.
—¡Por Zeus! ¿Y eso que acaba de aparecer qué es?
—…
—-¿Su guardaespaldas?
—…
—¿Cómo que Hércules?
—¿Se da cuenta, profesor Randoval —dijo Gautman—, que su intención de alterar la línea temporal para cambiar el curso de la guerra de Troya es un despropósito?
—¡No! —exclamó Randoval cuando Hércules lo tomó del cuello y lo levantó como si fuera un almohadón de plumas de pato—. Usted no entendió y el embajador tampoco, y esta bestia menos que nadie. Yo me refería a Simpson, Homero Simpson, que de griego no tiene nada...

2 comentarios:

Ogui dijo...

Hay gente que todavía se resiste a cambiar la Historia... Pero ciertamente, leer sobre el maltratado Héctor me ha siempre sublevado... soy un antiaquilista...

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Habría que aclarar a qué Héctor te referiste. ¡Hay cada Héctor...!