viernes, 4 de diciembre de 2009

Escenas de un Restaurante (II) - Jorge Oropeza


Buscan una mesa al aire libre. Nerviosas, se sientan sin decir apenas nada, ocultando cada una su mano casi detrás suyo, sin poder evitar la columna de humo saliendo de entre sus dedos. Sus rostros y cuerpo no delatan más de quince años. Sus ojos y bocas ávidas, succionando los cigarros, reflejan una angustia que parece rebasarlas, como si cargaran temores mayores a ellas. Por ello, con cada bocanada de humo parecen descansar, como si algo de esa angustia avasallante se fuera entre las espirales amodorradas. Lo que llama la atención es inquietud: apenads dos fumadas, y vuelven a esconder el cigarro bajo la mesa. ¿De quién lo esconden? ¿Para qué? Pienso que lo hacen para evitar impregnarse del olor. De cualquier modo, el olor se pegará a sus dedos, su cabello, sus ropas… ¿Pueden realmente ocultar el olor del cigarro pegado a sus angustias?
Al poco tiempo se les unen otros tres chicos. La escena me regresa años atrás: los paseos en grupo, en el que viene la mujer pretendida. El corazón que salta ante la expectativa de la cercanía, la ilusión de quedarnos, como un accidente, solos. Solos la amada y yo. Una imagen tras otra: las risas por nada, los senos que sonríen tanto como ella, los gestos queridos y únicos (y que después veré tantas veces en otras mujeres, pero no en ese día), la voz, la única voz, la voz de la amada que siempre puedo distinguir entre los ruidos de la calle y que me hace temblar... para llegar, finalmente, a la imagen de sus labios en el cigarro, su arrogante mirada sobre el humo, su desprecio a través de humo, su necesidad de ser otra mediante el cigarro, su transformación en una mujer distante y engreída. Y creo que, por momentos, entiendo porqué odio tanto el cigarro.

Sobre el autor: Jorge Oropeza

No hay comentarios.: