domingo, 8 de noviembre de 2009

Morfeo - Guillermo Fernando Rossini


La morfina es una potente droga opiácea usada frecuentemente en medicina como analgésico. Fue bautizada así por el farmacéutico alemán Friedrich Wilhelm Adam Sertürner en honor a Morfeo, el dios griego de los sueños. En la mitología griega, Morfeo (en griego antiguo, de morphê, ‘forma’) es el dios de los sueños. Según ciertas teologías antiguas, es el principal de los Oniros, los mil hijos engendrados por Hipnos (el Sueño) y Nix (la Noche, su madre), o por Hipnos con Pasítea. Era hermanastro de Tánatos (la Muerte).

Las dosis de morfina eran cada vez más altas.
Postrado en una cama de hospital, esperando que la muerte anunciada por los médicos llegara, Tomas empezó a tener un sueño repetido. La primera vez que lo tuvo, soñó que podía viajar en el tiempo y llegar hasta esa noche en que la vio por última vez. Se encontró sentado frente a ella, en aquel bar, apenas prestando atención a lo que ella le estaba diciendo. Se sirvió más vino y esperó a que María terminara de hablar, sin dejar de mirarla. Cuando ella bajó la vista, él le tomó la mano y le dijo que la amaba. El sueño, recurrente, llegaba siempre hasta ese instante. Después, el dolor lo despertaba
El médico de la mañana entró, lo revisó y anotó algo en la historia clínica colgada a los pies de la cama. Le preguntó si le dolía mucho y Tomas contestó que el dolor ya no importaba. El joven doctor lo miró como evaluando la respuesta, y, sin decir nada, siguió su recorrida por las otras camas de la sala. Tomas quería volver a dormirse para seguir soñando. Recién con la dosis de la tarde, pudo volver a dormir. Esta vez, el sueño era algo confuso, diferente: María estaba mirándolo fijamente, con ojos extraños.
—Anoche tuve un sueño muy raro —le dijo ella, con tono grave.
—Contame —dijo Tomas, ya sin dolor.
—Soñé que viajaba en el tiempo, al futuro. Y te iba a buscar a un hospital, y me llevaban a una sala llena de camas con gente moribunda.
—Seguí, por favor. —Algo anda mal, pensó. ¡Llamen al medico de guardia, por favor! (“¿Y esa voz?” —pensó-soñó-imaginó— Tomas).
—Yo te buscaba entre las camas —siguió contando María—, y no te encontraba. Me iba de ese lugar con una tristeza enorme, porque sabía que tenías algo que decirme.
Salieron a la calle y el amanecer los encontró abrazados en algún lugar. En un momento, Tomas recordó lo del sueño de María
—Vos sabes que esto no está pasando ¿no?
—¿Qué decís?
—En realidad yo nunca te dije que te amaba, esa noche cada uno se fue por su lado y el tiempo nos alejó cada vez más, hasta que el olvido hizo su trabajo. Nunca más te vi.
Ella lo miró asombrada y lo besó. Él se dejó llevar por sus labios hasta lugares inexplorados, inclusive por la morfina.
Pero no por la muerte, que también estaba besando el alma de Tomas.
La enfermera la llevó hasta la sala común y le mostró una cama vacía.
—Se lo llevaron esta mañana. Murió mientras dormía. ¿Usted era familiar?
—No precisamente —dijo la mujer.
—¿Viene de lejos?
María no contestó. Cuando la enfermera se alejó, se recostó en la cama y apoyó la cabeza en la almohada, esperando soñar.

1 comentario:

Salemo dijo...

Lindo y triste.
Las cosas que deben decirse tienen su tiempo y si no se dicen en el momento adecuado,puede ser demasiado tarde para rectificarlo.
Por suerte no siempre es así.