Todos sabían que era una trampa. Empleados, huéspedes, vecinos. El hotel con sus puertas abiertas, sus habitaciones de lujo, sus precios increíblemente bajos. Se hablaba de gente que entró a sus habitaciones y no salió más. Podía pensarse en asesinos, o ladrones pero nadie lo hacía. Pensaban en el hambre de las habitaciones, en que las camas siempre aparecían manchadas de rojo. Cuando un huésped desaparecía era posible escuchaban ruidos detrás de las paredes, densos y húmedos, como si una savia oscura circulara lentamente, el lugar vibraba en forma casi imperceptible (casi), y las cosas se veían más nuevas, brillantes y felices. Los osados disfrutaban el hotel y escapaban apenas, los empleados reunían un par de salarios y luego buscaban otro sitio, algunos desesperados, desencantados, cansados, tristes llegaban con sus maletas a ofrecerse a lo que fuera que sucedía.
Una noche los empleados encontraron un pasillo que no había estado ahí, otras habitaciones… el lugar crecía. Algunos se imaginaron una cuadra llena de hotel, otros un centro turístico, más de uno imaginó una ciudad hotel lista a recibir a esos huéspedes que no paraban de llegar, a esa gente de mirada gris que respiraban, aliviados, cuando les entregaban su llave.
Tomado de http://zarate.blogspot.com/
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