lunes, 21 de septiembre de 2009

Fotografía ambiental – Héctor Ranea



El tipo era un furioso amante del silencio en las fotografías. Es decir, aclaro, quería sacar las fotos en silencio. Por eso le costaba tanto sacar en reuniones y en la naturaleza. Tan quisquilloso era que casi nadie sabía de su afición por la fotografía, porque nunca se hacía ver con su cámara por nadie para evitar que le pidieran una foto.
Pero un día vio el árbol de hojas negras y no se resistió a sacarle una foto. Tenía que sacarle una foto. Daba vueltas y vueltas e intentó tomar una foto que pudiese pintar esas hojas entre rojo oscuro, sangre de toro y el negro de la noche. Estaba en condiciones ideales. El sol brillaba, no tenía nubes, el aire terso y quieto no dejaban que las hojas temblequearan.
Todo estaba tan perfecto que no esperó más. Pero cuando puso la cámara en posición, empezó a notar algo raro. Raro no, algo molesto. Muy molesto. El árbol estaba infestado de diversas alimañas: abejas que libaban vaya uno a saber qué en las hojas negras, gusanos que reptaban haciendo un ruido perceptible que modificaba el estado de ánimo del fotógrafo, pájaros que de cuando en cuando saltaban entre las ramas interiores para comerse un par de gusanos. Y mil otras cosas.
Decidido como estaba, quiso pasarlas por alto a esas imperfecciones, pero fue más fuerte que él. Se puso entonces a limpiar las hojas una por una de gusanos, una por una de moscas, garrapatas, pulgas, gusanos, tenias, anfisbenas y hasta algunas ranas arborícolas. Descubrió personajes de cuentos fabulosos (estaba en la ciudad ideal de esos personajes) a los que desalojó aduciendo que era temporario.
Cuando terminó la tarea de limpieza sonora, el Sol casi se estaba extinguiendo en el horizonte y peor, el árbol se había vuelto tan negro que nada de él podía verse.

3 comentarios:

Javier López dijo...

Eso trae consigo el perfeccionismo. A veces salen tan bien las cosas sin pulir, espontáneas, que cuando las manoseamos acabamos estropeándolas.
Fantástico, Ogui.

Ogui dijo...

Gracias, Javi! Eso es... el perfeccionismo llevado a extremos no conduce a ningún lado. Algún día mostraré la foto del árbol negro...

Javier López dijo...

Pues me quedo esperando ese día...
Gracias dom R.