Con guantes de goma naranja y un guardapolvo azul marino una mujer corta el gris de la tormenta inminente mientras cuelga sábanas blancas en la terraza, siete motoqueros esperan nuevos destinos sentados en la grava roja de Plaza Roma, un cafiolo y sus tres putas planifican en un bar de San Martín y Tres Sargentos la noche por venir, en el interno 23 de la línea 152 un tipo aún trata de comprender cómo funcionan las máquinas de boletos y no lo logra, un chico orina contra el paredón del cementerio en Chacarita, tres autos frenan sobre una senda peatonal y a nadie le interesa, la disquería de la estación Palermo llena el aire con una música que uno jamás compraría, un cadete entra distraído a un ascensor sin fijarse que está clausurado con un cenicero de pie y recibe la burla del encargado y amigos, pierden mutuamente la virginidad dos adolescentes en Villa del Parque y por un momento se detiene la lluvia, en San Telmo alguien se pregunta cuál es el sentido de todo ésto y abre las hornallas, aspiran pegamento de una bolsa en Belgrano dos chicos, en Charcas y Thames un encargado conversa con un joven escritor sobre metafísica y temas esotéricos, cantan Aurora en los colegios y como siempre hay un gracioso que le cambia la letra, un perro abre las patas para cagar y se ve tan patético que es muy difícil resistir la tentación de pegarle una patada en el ano, en el Rosedal se canta por diezmilésima vez Rasguña las Piedras pero nadie en el picnic es consciente de este récord, sube al Mitre un ciego y no se le entiende qué dice para despertar nuestra piedad, “Siga tres cuadras derecho y después dos a la izquierda” le indica a un automovilista un almacenero que mataba el tiempo y la ausencia de clientes conversando con una vecina en una esquina de Coghland, un tipo canta Quiero Vale Cuatro aunque apenas tiene un siete de bastos y la suerte le sonríe, en un garaje de Pampa y Ciudad de la Paz se termina de definir el número cuatro de una revista alternativa, vuela el pesado fajo de diarios desde el camión hasta las manos del kioskero, se le cae una pila de platos a un lavacopas en una pizzería de Corrientes y el estruendo detiene todas las conversaciones, un ascensor se queda entre dos pisos y nace una amistad, siempre que pasa junto al cementerio de Recoleta ella comenta que siente olor a muerto saliendo y él le contesta que no puede ser pero la verdad es que el aroma es innegable, en Ciudad Universitaria se reúne un grupo de fans de Viaje a las Estrellas a los que no les importa las miradas socarronas de los choferes del 37 y 160, es un hecho que nadie recuerda entera la letra de un tango, se mete una paloma adentro de una oficina y termina muriendo extenuada de tanto golpear contra un vidrio sin darse cuenta que a un metro de ella había una ventana abierta, la vecina de enfrente no se sabe observada y toma sol desnuda en el balcón, alguien aporrea una máquina de escribir y siente que una luz extraña vence a las penumbras circundantes mientras pone las palabras finales a su novela, la alarma de un coche suena sin parar pero el dueño no aparece, aunque todos saben que se trata de un celular falso el tipo habla con seriedad y como si estuviera cerrando un negocio importante, en el supermercado la música funcional no ayuda a disminuir la histeria colectiva sino que la aumenta, ya es hora que alguien le diga a la vieja del 4°B que baje de una puta vez ese televisor que no se puede dormir la siesta en paz, mezcla detergente y lavandina para limpiar mejor el baño del bar y termina ensuciando mucho más el piso con los vómitos que le produce el cloro que se libera, en un arranque de furia rompe de un puñetazo la pantalla de la computadora y ahora sí que nunca va a terminar a tiempo el trabajo, una gata da a luz cuatro gatitos en un baldío, la botella de cerveza pasa de mano en mano bajo el cielo de Colegiales, el 141 que no viene, hoy es un buen día para vender discos en Parque Rivadavia, pasa un repartidor de pizza en moto y a un peatón se le hace agua la boca, alguien por fin comprende la lógica subyacente en el trazado de Parque Chas pero nadie le cree cuando intenta explicarla, en Jean Jaurés y Córdoba se sienta un buda de incógnito, las referencias evidentes son dichas pero son sólo similitudes casuales, hace cuarenta años que nadie abre esas ventanas por temor a que se escape el luto y los vecinos comenten.
Y,
bajo la lluvia
sobre un banco de cemento
una paloma muerta,
prolijamente muerta,
ordenadamente muerta,
la paloma
sobre un banco
bajo la lluvia.
Y,
bajo la lluvia
sobre un banco de cemento
una paloma muerta,
prolijamente muerta,
ordenadamente muerta,
la paloma
sobre un banco
bajo la lluvia.
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