—¡Dale nomás! —decía la madre—. ¡Seguí con la guitarrita tocando idioteces!
—¡Andá a trabajar, atorrante! —decía el padre—; ¿o creés que te voy a mantener toda la vida?
—¡Soy un artista! —decía el hijo—; ¡las musas han venido a mi lado y me dictan mi obra magna!
—Pásenme la sal —decía el abuelo.
—¡Generaciones venideras alabarán mi genio! —decía el hijo.
—¿Generaciones venideras? —decía el padre—. ¡Lo único que veo venir es que mañana venís a la obra conmigo, a revolear ladrillos!
—¡Blasfemo! —decía el hijo.
—¡La puta que te parió! —decía el padre.
—¿Y yo qué tengo que ver? —decía la madre.
—¿Me pasan la sal? —decía el abuelo.
—¡Soy un artista! —decía el hijo—. ¡debo acatar el llamado de Euterpe!
—¿Quién carajo es esa? —decía el padre.
—La musa de la música... —decía la madre.
—¡La sal, porca miseria! —decía el abuelo.
—¡Vas a acatar el llamado de la musa del pastón de cemento! —decía el padre.
—Ella me inspira, me estimula... —decía el hijo.
—¡A vos te va a estimular un patadón en el culo! —decía el padre.
—¡La sal!¡la sal!¡la sal!¡la sal! —decía el abuelo.
—Pero nene...tenés que trabajar. ¿Por qué no dejás la guitarra para los fines de semana? —decía la madre.
—Para la creación no hay tiempo ni momentos —decía el hijo.
—¡Para la joda, querés decir! ¡Para trabajar sí hay tiempos! ¡Mañana a las seis te quiero conmigo, cagándote bien cagado de frio! —decía el padre.
—¡Cuando me recuerde la historia, dirá, también, que mi padre era un tirano! —decía el hijo.
—¡Y mi hijo un pelotudo! —decía el padre.
—¿Me pasan la sal? —decía el abuelo.
—Pero viejo... —decía la madre.
—¡Viejo, las pelotas! —decía el padre.
—Te va a subir la presión ... —decía la madre.
—¡Ahora lo defendés! —decía el padre—. ¡A este sinvergüenza, defendés!
—Ustedes no me comprenden… —decía el hijo.
—Madonna santa... Las milanesas no tienen sal —decía el abuelo.
—¡Termínela con la sal! —decía el padre.
—¡No te metás con papá! —decía la madre.
—¡Viejo de mierda, es más zángano que tu hijo! —decía el padre.
—¿A quién le decís viejo de mierda? ¡Que si no fuera por él, que nos ayudó con la casa, hoy me tendrías viviendo en una villa miseria! —decía la madre.
—¡Dejate de joder...! —decía el padre.
—¿Quién está jodiendo? ¿O el señor se cree que con la porquería de sueldo que trae, alcanza? —decía la madre.
—¡¿Porquería de sueldo?! ¿Y vos que mierda aportás? ¡Y arriba hay que mantener a tu viejo! —decía el padre.
—Me voy a tocar la guitarra a mi pieza... —decía el hijo.
—¿Me van a pasar o no la sal? —decía el abuelo.
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