Corría por las calles de aquella ciudad deprimente; unas calles lúgubres, cubiertas de moho y verdín. Y a pesar de que parecía una alucinación, no pude evitar estremecerme, porque todo eso era real, más real que cualquier sueño. Los traficantes de peste bubónica, por ejemplo, insaciables, me habían obligado a fabricar nuevas cepas mutadas, o de viruela o de gripe canina, les daba lo mismo, o ya no lo recuerdo. Esa incertidumbre era lo que me impulsaba a ir en busca de la mujer que podía sacarme de ahí; pero encontrarla fue decepcionante, porque su estado era calamitoso, peor aún que el de la ciudad. Había perdido todo el cabello y los dientes, la piel se le derretía como cera fundida y los pesados párpados de hojalata que le cubrían los ojos estaban oxidados por culpa del humo fumado a lo largo del tiempo. Busqué el origen de un sonido solitario que reptaba y descubrí cuerpos entrelazados, demasiados brazos y pocas piernas, volando por el aire entre gemidos, fundiéndose con sábanas de seda que brillaban como negativos de viejas fotografías. Las fotos, para más datos, colgaban de alambres tendidos de un lado a otro de la calle, sin más motivos que los que proporciona la costumbre. Pero todo el paisaje no tardó en licuarse ante mi mirada atónita, giró sobre si mismo, enroscándose, y la energía que contenía se rasgó a mi alrededor, silbando en voz baja, bronca, un balbuceo que se volvió esponjoso, traslúcido; luego se transformó en barro y se dispersó... Por eso, aquel espejo fue providencial. No me miré, claro, hubiera sido un acto demente, pero de todos modos supe que yo también tenía el rostro hueco, cubierto de manchas violáceas, como si hubiera estado mucho tiempo pudriéndome en un pantano y me hubieran sacado unos minutos a la luz para burlarse de mi desgracia. Fue entonces que renuncié a comprender, me hice un ovillo y traté de organizar alguna pesadilla salvadora; nada podía ser peor. Pero no pasó nada, y seguí despierto.
JUEGOS FLORALES 2024
Hace 2 meses.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario