domingo, 21 de junio de 2009

El perro en el fin del mundo - Nancy Jane Moore


Tengo un perro.
Suena vulgar, pero lo que lo vuelve diferente es el contexto. Donde vivimos, hace cinco años que no llueve. No crece nada: no hay tierra fértil en la que sembrar una planta. Mucho polvo, pero que vuela permanentemente a través del aire.
Las plantas que solían crecer se han muerto. Los animales, las plantas, todo lo que acostumbrábamos comer se ha muerto. Muchas de las personas que solían comer los animales y las plantas que antes crecían, también se han muerto. Los pocos que permanecemos vivos lo hemos logrado porque somos expertos en hacer las colas para recibir la comida de caridad, enviada desde lugares donde aún hay plantas y animales. Encontrarse entre las primeras personas de la fila y tener la energía para permanecer allí durante trece horas de un tirón es la mayor muestra de destreza para sobrevivir.
En este contexto, el tener un perro significa que hay algo para la cena.
En realidad, no es que tenga un perro: ya comimos los perros hace mucho tiempo.
Solía tener un gato. Los gatos sobrevivieron a los perros, son peor alimento, poseen un sabor muy grasoso. En general, los predadores no son fuentes de comida sabrosa. Los gatos ganaron su permanencia al lograr alejar a las ratas de los graneros. Eso sucedió por un tiempo, hasta que decidimos que los ratones eran demasiado nutritivos para desperdiciarlos en los gatos.
Por supuesto que no tengo un perro. Sólo estaba señalando el punto.
Sinceramente, hemos ido más allá de los perros, gatos y ratones. Se ha recibido más de un informe sobre canibalismo y estoy dispuesta a apostar que por cada incidente del que hemos tenido noticias, hay diez que nadie menciona. Hasta ahora se ha escuchado que la gente que fue comida, falleció de causas naturales. Las personas explicaron que no podían enfrentarse al acto de apisonar toda esa comida en un agujero en la tierra.
Pero si aún no se ha matado a nadie para la cena, esto es sólo cuestión de tiempo.
Dije que no tengo realmente un perro, ¿dónde podría conseguir uno, hoy en día?
Cada semana solía llegar la comida de la caridad. El año pasado comenzamos a recibirla dos veces al mes. A comienzos de este año nos dijeron que los embarques llegarían solamente una vez en el mes. Conseguimos la misma cantidad de comida que antes: una libra de arroz, una libra de alubias y una libra de trigo.
Todos padecen escorbuto y ninguna criatura ha vivido más de tres meses en un año y medio.
¡Es un chihuahua, por amor de Dios! Piel y huesos. No hay suficiente carne en él para que alguien lo disfrute.
El pozo local se secó y ahora tenemos que caminar cinco millas para conseguir un poco de agua. Cada semana, sólo conseguimos tres galones: nadie se preocupa por usarla para bañarse, beberla es lo más importante.
También hace calor. Acá, el sol siempre ha sido implacable, pero ahora ni siquiera podemos sentarnos bajo un árbol.
Los vecinos se apoderaron de mi perro. Cuando lo mataron, lo escuché gritar y lloré por primera vez en meses.
Lo asaron.
Comí una porción.
Desde hace siete semanas que no llega la comida de caridad. Algunos dicen que ha ocurrido algún nuevo desastre, que ya no está de moda preocuparse por nosotros. Otros dicen que hoy en día aún los ricos pasan hambre y que todo el mundo está en problemas.
Hace diez días que murió un vecino. Ni siquiera hablamos de eso. Cada uno de nosotros contribuyó con madera de nuestras casas para el fuego del asado.
Me hice de cuenta de que esa era otra forma de cremación. Pero comí un poco. Grasosa, como la de los gatos.
Hace tres días que no como. Ayer traté de ir a buscar agua, pero me desmayé en la ruta. Cuando recobré el conocimiento, me arrastré hasta mi casa. Nadie me ayudó.
Ahora todos me observan. Depende sólo de cuánto una persona pueda subsistir sin agua. Un par de personas han pasado por aquí: me trajeron un vaso, para que tomara un sorbo. Aprecio el gesto, aunque sé que lo hacen para sentirse menos culpables cuando les llegue el turno de disfrutar de mis restos.

Título original: “The Dog at the End of the World”
Traducción del inglés: María del Pilar Jorge

http://grupoheliconia.blogspot.com/2011/01/nancy-jane-moore.html

2 comentarios:

Ogui dijo...

Impresionante, real, emocionante. Una maravilla leer cuentos así.

Francisco Costantini dijo...

Sí, verdaderamente muy bueno. Aunque, sinceramente (y eso es lo peor), no le veo lo ficticio al relato.