martes, 9 de junio de 2009

De madera - Sergio Gaut vel Hartman


Las dulces y amorosas princesas, todas ellas embarazadas, caminaban como podían por el bosque. Aurora, Blancanieves y Cenicienta iban en busca de la cabaña en la que, si eran correctos los datos proporcionados por el guardabosque, jugosamente gratificado, hallarían al Príncipe Azul consumando su felonía. Para Blancanieves, más que para las otras dos, el bosque evocaba sucesos dolorosos, pero todas estaban decididas a terminar con el infame, al precio que fuera. Por fin, cuando ya caía la noche, encontraron la cabaña y, tras recuperar el resuello, golpearon a la puerta.
Casi de inmediato, como si las hubieran estado esperando, se oyó el ruido de movimientos precipitados y confusos. Alguien se estaba escondiendo. Pero las mujeres no se intimidaron por eso. Sabían que las cabañas de los bosques de los cuentos sólo tienen una puerta. Toc toc, insistieron.
—Sabemos que estás allí —dijo Blancanieves con voz resuelta—. Deja de esconderte y da la cara, rufián.
—No seas cobarde —se animó Aurora—. De todos modos has sido descubierto.
Del interior de la cabaña llegaron de nuevo los signos de una actividad alocada y difusa, como si alguien arrastrara muebles de un lado a otro.
—¿Abres la puerta o la echamos abajo? —dijo Cenicienta, quien después de haberlas pasado brutas con la madrastra y las hermanastras no se iba a dejar intimidar por un Príncipe más o menos Azul.
—Abro —dijo una voz rugosa y agitada desde adentro—, ya les abro. —Los pasos revelaron que alguien se acercaba a la puerta y el movimiento del picaporte demostró que el que había hablado no mentía. La puerta se abrió y en el vano pudo verse a un Príncipe Azul un tanto fuera de norma, en camisa y con los botones de las calzas mal prendidos. Poco o nada tenía que ver con el joven elegante que se las había ingeniado para seducirlas. Detrás, la modesta cabaña —sin lugar a dudas indigna de un Príncipe Azul— lucía desordenada y sucia.
—¡Pillo, miserable! —se descargó Blancanieves, sin darle al Príncipe la oportunidad de armar una defensa.
—¡Vil gusano, canalla despreciable, sapo repugnante! —reforzó Cenicienta, duplicando la munición, por si hiciera falta.
— Truhán, basura despreciable, infeliz —triplicó Aurora, más que nada por no quedarse atrás.
—¡Mis amadas esposas! —balbuceó el Príncipe Azul.
—¿Entonces, lo admites? —croó Blancanieves, en la cúspide de su indignación.
—¿No esgrimirás ni siquiera una excusa, una mentira? —lloriqueó Aurora, que había empezado a sentir contracciones.
—¿Quién es ella? —soltó Cenicienta, roja como un tomate.
—¿Admitir, excusas, mentiras, ella? —dijo el Príncipe, que nunca se había distinguido por sus dotes oratorias y a quien lo que mejor le salía era repetir las palabras de su interlocutor.
—Si no vas a mentir —dijo Blancanieves con su tono más severo— di de inmediato qué significa esta triple vida, por qué nos engañaste aprovechando nuestra inocencia de doncellas y quién es la dama que has escondido con tanto alboroto.
—Puedo explicarles todo —barbotó el Príncipe tratando de aplacar a las mujeres con algo de humor, pero al ver aquellos ceños adustos extendió los brazos y dijo—: lo que me ocurrió con ustedes...
—Dilo de una vez, hombre —dijo Cenicienta—, ¿o no ves que esta está a punto de romper bolsa?
—¿A punto de qué? —El Príncipe Azul se rascó la cabeza.
—Déjalo ahora —dijo Aurora—. Quiero saberlo antes de empezar a parir.
—Bien, ya que lo pedís con tanta insistencia... —El Príncipe se llevó los dedos a los labios y silbó como un vulgar carrero.
Los movimientos del interior de la cabaña se resolvieron en crujidos y chasquidos. Una figura de gran porte a la que no era posible imaginar como una doncella, se acercó hasta la puerta.
—Lo nuestro es amor verdadero, cabezas de pájaro —dijo Pinocchio mostrando todo el esplendor de su cuerpo de madera. Avanzó hacia las mujeres y empujando al Príncipe Azul sin miramientos miró a Blancanieves, Aurora y Cenicienta con desprecio, arrogante y aparatoso como siempre—. Ustedes son incapaces de entender lo que sentimos.

8 comentarios:

Florieclipse dijo...

La imagen de las tres princesas caminando dificultosamente por el bosque a causa de la barriga, es un lujazo. Y qué decir del final... la parejita haría las delicias de Freud.

Nanim Rekacz dijo...

Yo me lo había imaginado con el lobo... o con los siete enanitos... pero no con Pinocho.

Salemo dijo...

Me extraña, chicas, que no se hayan percatado de las ventajas de Pinocho como amante. Piensen en madera, en miembros viriles y erecciones.
Está comprobado que el muñeco este estaba hecho de roble, el que obviamente, nunca es una madera blanda.

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Ya me lo imagino a Dorelo patentando una línea de juguetes eróticos marca Pinocchio. Pero en un aspecto temo tener que contradecirlo. La madera del muñeco era pino, lo que es fácil de deducir aunque aunque uno de italiano no sepa más palabras que "catzo", "muzzarella" y "faccia tosta". Y otro error de interpretación (los cuentos no deben ser explicados, pero los errores de los lectores deben ser subsanados) es que para la época en que yo situé el cuento, Pinocchio ya no era de madera porque el Hada Azul lo había transformado, tras lo cual le enseñó algunas otras cositas. Que el ex-muñeco las entendiera para el lado de los abedules, es otro asunto. Se podría escribir una versión machista del cuento, pero yo ni loco... Ahora, y para cerrar este comentario más extenso que el relato mismo y basándome en la observación de Carmen: ¿no es un lindo argumento para un cortometraje?

Salemo dijo...

Usted, don Hartman, me está hablando de antes del implante; soy amigo dilecto del facultativo que operó a nuestro amigo de madera y ESA parte, (originariamente de pino, lo admito)es de roble.
Es más, habiendo sido convertido por el Hada Azul, ella misma decidió dejar el adminiculo con esa consistencia que tanto satisfacciones la había proporcionado.
He dicho.

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

¿Usted es el mismo Dorelo que fundó el Partido Priapista allá por los años 70? Ese sí que era un partido que llevaba bien alto el estandarte, que digo alto, erecto...

Sergio Gaut vel Hartman dijo...

Era linda la canción: "Los muchachós priapistas, todos enhiestos venceremos y a las muchachas daremos, un grito de... etc." Un gran partido, lástima que todos los militantes se les pasaron al Movimiento Viagrista.

Ogui dijo...

Qué Carmen? Acá sólo está N, F, S, y SGvH!
Confieso que pensé que el PA iba a estar con Campanita... lo de Pinocchio me sorprendió sobremanera.
Sobre el material, mejor mantener reserva sobre algunas cosas porque puede estar sujeto a patentes pendientes. Pareciera que tenía vida propia el muñeco... ojo! tiro algunas ideas encubiertas...
El tema del corto es para ir pensándolo. Nada de lo humano nos es ajeno.
Ahora, todas esas princesitas, no se dieron cuenta de cómo venía la mano con ese Tenorio?
Mire las cosas que provoca don SGvH con sus buenos cuentos.