Y mandó Jehová Dios al hombre, diciendo: De todo árbol del huerto
podrás comer;
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Génesis 2:16-17
podrás comer;
mas del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás;
porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.
Génesis 2:16-17
Y fue así que la serpiente, de todas las bestias de la tierra por Dios creada, la más astuta, dijo a la mujer: “¿Así que Dios les ha dicho que no coman del árbol en el centro del huerto?”
Respondió la mujer: "que comiéramos de todo árbol, nos dijo, menos del árbol que está en medio del huerto, no comeréis de él ni le tocaréis, para que no muráis”.
Dijo la serpiente: "eso les ha dicho, para que no seáis dioses como él; si coméis de ese árbol, conoceréis todo lo que Dios sabe”.
Y entonces pensó la mujer: "la serpiente bien dice la verdad, si comiéramos de ese árbol, como dioses seríamos, conociendo toda la ciencia, toda la sabiduría, adueñándonos de todo el poder de reconocer el bien y el mal. Pero si eso hiciéramos, ciertamente moriríamos , y Jehová Dios se disgustaría y nos castigaría sin piedad. Tal vez me obligara a parir con dolor, como a las bestias de la tierra, o sentenciara a mi compañero a trabajar el polvo del campo para conseguir diariamente nuestro sustento; seguramente perderíamos la dulce calma de este Edén donde vivimos sin preocupaciones, ni dolores, ni fatigas, con alimento a nuestro alcance por doquier. Creo que renunciar sólo a un fruto no es un precepto muy difícil de cumplir”.
Llamó pues la mujer al hombre, y le dijo: "he aquí que la serpiente me quiere tentar; apártala de nuestra vista”. A lo que el hombre respondió: “dueña eres de mi hogar, tú mandas en lo que a nuestra morada compete”, y mató a la serpiente, aplastándola con el pie.
Y cercó al árbol de la ciencia del bien y del mal con altas vallas construidas con cañas espinosas, y rodeó a éstas con cizañas y fosas profundas, cavadas con sus propias manos, para que nadie en todos los años venideros comiera de él.
Y es así que hoy, a unos mil años de la creación del mundo, con unos quinientos mil millones de humanos sobre la faz de la tierra, Jehová Dios, harto de rezos y ruegos constantes de sus criaturas, fatigado de ocuparse de asegurar la producción de frutas, hortalizas, granos, mieles, leche, de procurar el engorde de los animales de la granja, de proveer aves para asar en las llamas, hastiado de trabajar él solo para todos los hombres que felizmente andan desnudos vagando por su mundo, no sabe ya qué animal enviar a la mujer para tentarla, y lograr que de una buena vez por todas, los humanos empiecen alguna vez a morir, inmortales todos ellos desde su nacimiento, por no haber comido nunca, ninguno, a pesar de múltiples invitaciones de todo tipo de bestias, del árbol ubicado en el centro del jardín del Edén.
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