domingo, 15 de marzo de 2009

Invisibilidad - Héctor Ranea


En las apariencias yace una de las más grandes armas de la evolución. Para las arañas debería ser sencillo atrapar moscas porque se parecen a arañas, que es, en el fondo, una forma de parecerse al claroscuro del paisaje para una mosca, mariposa o incluso pájaros pequeños. 
Todos los días, a misa. La capilla queda cerca, dos cuadras. Pero al menos cincuenta metros hay que hacerlos entre mendigos. Unos rezan arrodillados sobre maíz seco, otros lloran con miembros ensangrentados, en fin, algunos duermen o mueren al costado de la vereda. Yo los he visto morir mientras voy a misa.
Todos los días camino las dos cuadras y cuento los mendigos. Algunas veces, al faltar alguno pienso que murió. Es lo más probable, dado que no abandonan ese puesto. Hasta que un día empecé a notar que alguno de ellos desaparecía. No es que no se lo encontraba. Desaparecía y, lo que es peor, de a partes.
Una mañana comprendí que a un mendigo que conocía, le faltaba una parte del pecho. Al día siguiente la mancha se había extendido de modo que apenas se le podía reconocer. Finalmente, sólo se veían sus pantalones o los granos de maíz apenas comprimidos hasta que al fin, desaparecían. Se hacían invisibles.
De a poco, llegábamos más tranquilos a misa. Cada vez había menos mendigos y eso tranquilizaba nuestras piadosas mentes. Así, podíamos dedicar nuestros esfuerzos para salvar nuestras almas. Evidentemente, el destino de los mendigos estaba en manos de algo superior que los borraba.
Pronto, vimos que la acera estaba limpia. Era un paseo hermoso ir a misa ahora que no había esa corte de milagros. Pero en la primera misa del último mendigo, tuvimos que ver cómo a un magistrado de excelente carrera se le hacía un agujero en la cabeza ante la desesperación de su familia. Para el día siguiente, había desaparecido.
Al cabo de dos o tres desapariciones notables más, comenzamos a temer por la nuestra. Alguien había estado usando la máquina de desmaterialización de forma irresponsable, pero ya no sabíamos quién era el encargado de manejarla.

2 comentarios:

Florieclipse dijo...

A esa máquina la estaba operando algún político que se creyó eso de "no más pobres" y luego pensó que era una gran idea acabar de plano con la clase media. Muy bueno, Ranea.

Ogui dijo...

gracias Florieclipse...