—¡Carancho verde! —gritó el marinero azul sobre la cubierta roja.
—¡No insista en iniciar todos los episodios con necedades cantadas por un marinero drogado! —espetó Berinchov con el humor de un hueso de perro olvidado.
—Usted mejor cállese —sugirió el skipper.
—Caranchos verdes —espetó el checheno con una mirada torva y turbia, muy del Cáucaso— no hay desde que mi pobre tía Eduviges dejó de pintarlos a instancias del Director del frenopático para seniles de Grozny.
—Carancho verde es el nombre secreto de una operación estratégica, so idiota. —Esta vez el del insulto fue Fernández, más por el tono que por la palabra usada. El checheno, habida cuenta de que ya no era respetado ni por el último pinche de la nave, siguió tomando mate con dulce de leche y se llamó a sosiego. De todas formas, acarició a Gato, su pistolón de la guerra civil de Argentina, forjado en el fortín Independencia en 1831. Ya tendría oportunidad de usarlo y ciertamente no sería contra la despampanante Samantha que había vuelto a la normalidad, gracias a los conjuros de Salemo. Porque —corresponde decirlo ahora o callar para siempre— Berinchev había escuchado una conversación sensible entre éste y el marinero azul que, estaba convencido, le serviría más tarde.
—Evidencia reverendísima —dijo el marinero materializándose—: tengo una duda con el sexagésimo mandamiento. ¿Podría tener de vuestra honorable palabra una explicación al mismo?
—Como no, humilde carancho de los dioses, dispara. Claro, lo digo en sentido figurado —explicó Salemo al verlo acudir presto a su Colt 45.
—El sexagésimo mandamiento nos enfrenta a la posibilidad de elegir nuestra propia creencia, siempre que sea una creencia verdadera. La verdad, maestro, rabí, padre, no lo entiendo.
—Claro como el agua cristalina, hijo, hermano, tripulante —aclaró Salemo—. Si no fuera así no podría ser la palabra de Dios. ¿Verdad?
Aclaradas así las cosas, el marinero pidió perdón por la estupidez cometida y fue a hacerse flagelar. Ese gran avance había sido obtenido gracias a los encapuchados, traídos por las nuevas huestes de ángeles y antílopes eclesiásticos que habían embarcado en la isla.
—Dígame una cosa, skipper —dijo el checheno en tono fantasmal—: ¿no le parece que ya es hora de avituallarnos, preparar como corresponde el pañol y el detall, pulir la sentina y desplegar nuestras velas? Creo que tenemos buen viento para la navegación.
—¿No se da cuenta, so zopenco, que eso violaría el septuagésimo segundo mandamiento de Salemo? ¿No recuerda que no debemos zarpar hasta no haber expiado nuestras culpas?
—Mire, para qué le voy a mentir. Soy bastante reacio a creer en las cosas tangibles, mucho más en religiones. No me venga con sanatas a mí, que tengo una formación científica ejemplar, aparte de años de pelearla desde abajo en este oficio de ser el intelectual de a bordo en naves de la más diversa laya.
Mientras Berinchov esto decía, el skipper había ido a buscar a un exorcista, que no era ni más ni menos que Samantha. Convertida en tal por Salemo utilizando artes que mejor no describir, apareció desvestida de una manera muy espectacular, lo que no podía tener otro objetivo que castigar o fulminar al descreído, quien seguía perorando su monserga sobre el histórico discurso ateo pronunciado en el Club Reencarnación de los Arcángeles, en Templarios Sur, la población más teosófica del barrio San Isidro, en Puán.
—¡Por el poder de Greiscul! —exclamó Samantha sacando una varita mágica vaya uno a saber de dónde—. ¡Te ordeno que te conviertas en un cerdo capitalista!
—¡Circe rediviva! —se persignó Fernández.
—Soy escéptico, hoink; conmigo no podrás, hoink —dijo el checheno.
Salemo se tomó la cabeza. La piruja se le había ido de las manos, justo a él, que lo que más deseaba en la vida era tenerla entre las manos.
—¡Saquen eso de ahí! —gritó el skipper—, antes de que el rabino Löw se dé cuenta.
—¡Ya me di! —refunfuñó el rabino—. Ustedes no escarmientan.
—¿Los judíos pueden comer mortadela? —dijo Samantha, con la mayor inocencia.
—Estamos a doce pársecs de Jerusalem, rabino —dijo Salemo—. Creo que es una distancia prudencial para que las restricciones dietéticas dejen de regir.
—¿Sabés que tenés razón, pibe? —dijo el rabino palmeando el hombro de Salemo—. ¿Cómo me dijiste que te llamás?
—Salemo.
—Creo que esto es el comienzo de una gran amistad.
—¿Ponemos un negocio? —Los ojos de Salemo se iluminaron.
—Una jamonería —dijo el rabino.
15 comentarios:
¡Pobre checheno! justo ahora que los capitalistas están más que jodidos. Cerdo, capitalista y jodido, ¿qué podría ser peor?
No comparto, Flori; los que estamos
jodidos somos los que vivimos con los capitalistas.Ellos van a zafar, no te procupes.
¿Ellos se van a salvar? ¿Y vos cómo lo sabés? ¿Sos adivino? ¿Augur? ¿Pitoniso? Tené cuidado, Salemo, porque tu destino ficcional está en nuestras manos. No te hagas el loco porque la vas a ligar. ¿No es cierto, Ranea? Este no se imagino lo que le tenemos preparado y se hace el gallito. Hacete amigo del juez, no le des de qué quejarse, que siempre es bueno tener, palenque de ande rascarse. Buscate un palenque, Salemo, porque de esta no salís indemne.
Pero yo me refería a la real realidad, don Hartman. En un relato suyo y/o de Ranea un capitalista triunfante me parece demasiado utópico,diría que imposible.
Lo del negocio no estaría mal, eso si.
¿Y qué sabemos? Realidad, ficción, ¿qué sabemos? ¿Cómo se da cuenta de que esto no es una ficción? Se llena la boca con la palabra "realidad" como si estuviera seguro de que quiere decir algo. Yo no lo estoy. ¿O es una engaña pichanga para que el miedo no lo vuelva gallina-gorila? Capitalistas, comunistas, cerdos y peces. ¿Alguien sabe algo? No digo que crea que sabe, digo SABER, de verdad. Utópico, imposible, ¿con qué se comen esos guisos? Déjese llevar, don Salemo, y disfrute, que no siempre se tiene ocasión de viajar gratis y tan lejos.
En eso tiene razón, para que negarlo; la realidad real es solo una ficción más, lo que nos (me) lleva a la conclusión, quizás ilusoria (o ilusa)de que algunas ficciones podrían estar más cerca de lo real que la realidad misma ( sea ésta lo que sea).
Dejaré de joder y aprovecharé el viaje, ya que el salame de Capitán del Espacio Blanco ni siquiera me invitó a dar una vueltita en la nave de él.
¿Es gratis, gratis, pero gratis, no? No sea cosa que después me salgan que hay que pagar alguna tasa de embarque u otra cosa por el estilo.
En cierto modo es gratis. Por lo menos es gratis porque no hay que pagar con pesos, dólares, euros, rupias, dinares, yuans o besantes. Ahora, la certeza absoluta de que al final no llega la cuenta... no, eso no lo garantizo.
Bueno, no sabés lo tranquilo que voy a estar durante todo el periplo en Peripecias ¿ O era al revés?
Debo ser honesto: no fue para tranquilizarte. Es más, como personaje humano invitado, derivado de una persona presuntamente "real", te toca bailar con la más fea. El romance con la Samantha se termina en el próximo, te aclaro. Y deseá que te toque el checheno, porque todo lo demás es peor.
Esperaré tranquilo, aunque no mucho, la continuación de la historia. Perdón, tengo que atender un asuntito...
-¿Escuchó doctor?. Dicen los autores o por lo menos uno de ellos, que seguirán con la saga.¿A cual intimamos primero?.
Pero claro, que tonto soy, tiene usted razón como siempre: al que le podamos sacar más plata.
Pregunto: ¿por qué en vez de gastar ideas y energía en el sector mejor defendido no se le ocurre mandar una sugerencia del tipo: "¿qué les parece si cuando Salemo está atado como un matambre y Fernándes empieza a abrir la escotilla para lanzarlo al espacio como escupida de matarife la nave es atacada por piratas del espacio?" Es a modo de ejemplo. Estoy seguro que a usted, tratándose del propio pellejo ficcional, se le ocurrirá algo más copado. Pero no se meta con cuervos que le van a picotear los ojos...
Buena sugerencia; prometo enviarle alguna idea mañana a su mail. Cosulta con su compañero de viaje y luego hacen con ella o que mejor les parezca. Traten de ser piadosos y medianamente educados.
P.D.: pensaba mirar una película, pero dura dos horas y me voy a quedar dormido en la mitad ¿ Para qué me meto en donde no me llaman?
Es cierto que nadie lo llamó. Pero cuando respondió al no-llamado estaba, incidentalmente, adentro de la ficción, por lo que aún cuando nadie lo hubiera llamado estaba más para salir que para entrar. Ahora bien: ¿salir en medio del espacio, a pocas unidades astronómicas de un agujero de gusano repugnante y quedar sometido a los zarandeos de la vibración cuántica producida por la superposición de cuerdas que se tañen como guitarras de borracho? No me parece prudente. Vaya a ver la película y espere sentado que ya le vamos a decir lo que le va a pasar muy pronto. Prometo que seremos educados y respetuosos.
A los capitalistas, Flori, le caben las generales de la ley de la incertidumbre. Algunos se salvarán, como dice Salemo. Seguramente quienes se salven sean o se conviertan en capitalistas. No es que me plazca particularmente, pero no se avizora otra.
En cuanto a la ficción, es eso. Una ficción. No es una metáfora ni una sátira. Tampoco una representación de la realidad. Y como ficción hace pensar en algunos límites. Estos personajes son todos provenientes de la ficción. No es cierto, Sergio?
Después de leer este coloquio quasi-surrealista (¿le quito el prefijo?) comienzo a creer, mi querido Ogui, que los personajes no sólo no son ficticios, sino que además tratan de influir sobre los autores para que decidan qué harán con ellos. Ya no hay valores.
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