Me levanto, me pongo la bata y las pantuflas rosadas. Me mojo la cara para borrar la última arruga de la sábana impresa en el cachete, tomo el cepillo y busco en el espejo los rastros de sueño en los caprichos y necedades del cabello. Vuelvo a mirar: no aparezco. Me muevo: nada. Ni la cabeza, ni el cuello, ni la pijama ridícula que me regaló la abuela. Sólo veo con claridad la pared a mis espaldas, el cuadro a punto de caer. Me pego al vidrio, soplo: no se hace vaho ni deja marca la punta de mi nariz. Grito: no oigo nada. Vuelvo a gritar. Inútil. Me asomo a la ventana, grito de nuevo, hago señas a la vecina que cruza la calle, al vendedor de periódicos. Nadie voltea. Una señora por fin se detiene. Saca un papel y una pluma, mira por arriba de mi cabeza, anota algo y se va. Hay un letrero en la ventana, saco medio cuerpo para leerlo y reconozco mi letra:
SE SOLICITA MUJER DE PLANTA.
Resignada, esperando que aparezca, me siento a buscarme en todos los rostros que circulan por la calle.
Tomado de http://monicaescuer.blogspot.com/
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