Desde esta ventana te miré partir. No te llevaste nada ni volteaste. Fue una tarde de julio o tal vez de septiembre; no sé, de cualquier forma en el cielo no había nubes y la noche entraba devoraba un rojo magenta.
Todas las tardes, desde entonces, me asomo para verte partir todos los días. Hay una empleada de limpieza que se encarga de pulir los cristales, realiza su labor con paciencia de ninja; sin quererlo, asea metódicamente tu recuerdo con esos círculos que traza con su trapo negruzco y pegajoso; saca brillo al instante.
Hoy la ventana refleja un rostro deformado, angustiado, no es el mío, es de alguien que nunca había visto. La afanadora resbaló del andamio, alguien la jala brutalmente hacia abajo; extiende los brazos hacia las nubes y aferra su mirada a la mía como si yo fuera alguien para impedir que cayera.
Yo sólo tengo ojos para ti que vienes a dejarme otra vez, sin voltear siquiera ni llevarte más que mis párpados sobre tu espalda.
Tomado de http://rojanota.blogspot.com/
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