domingo, 1 de febrero de 2009

El Hijo del Demonio - Adriana Alarco de Zadra


¿Qué me pasó? ¿Por qué robar esas monedas de la tienda y escaparme? Es mi culpa y estoy tan triste y tan avergonzada que no sé qué hacer. Todo sucedió tan rápido que a veces creo que ha sido una pesadilla.
Un día cualquiera le dije a mi madrina que estaba mal pero contestó que no me quejara, que ella debía preparar los cirios de la iglesia y que no necesitaba lamentos ni majaderías. A escondidas, devuelvo todo lo que como en el callejón y cada día tengo más náuseas. Estoy segura que algún alimento me ha caído mal y estoy enferma. Tengo miedo que se enoje mi madrina y diga que soy una carga. Sigo trabajando en la tienda y en el traspatio me siento detrás del corral a descansar a ratos. No me pasa el malestar y al cabo de un tiempo alguien se tendrá que dar cuenta. 
Finalmente, una tarde mi madrina me atrapó vomitando. Cree que estoy envenenada y ha llamado a las comadres del pueblo. Inmediatamente me han amarrado cuerdas de lana roja en las orejas para quitar el mal de ojo. La beata Mercedes ha traído agua bendita que me ha dado de beber; Angustias, la mujer del tendero, llora y reza el rosario; Lucrecia, la costurera, me ha hecho abrir las piernas y me ha hincado muy adentro con uno de los palos de tejer que trae en su bolso. 
Después de arrodillarnos todas para rezar en la cocina, vomité otra vez y entonces decidieron llamar a la comadrona que sabe más de estas cosas. Llegó corriendo, me desvistió, me palpó, me miró y dijo: 
—No está envenenada sino embarazada. —Mi madrina puso el grito en el cielo. No sé por qué razón me pasan estas cosas. Creo que algo sucedió el día que el tendero, don Ramón, me dijo que me abrazaba porque me quería, luego se puso a jadear y a gruñir y sentí un ardor en el bajo vientre cuando me golpeó con un palo duro y me dolió mucho. Debe haberme hecho daño porque mi ropa estaba manchada de sangre. Si así es como me quiere, prefiero que me odie pero me dijo que no contara nada porque me iba a moler a golpes. 
A veces creo que me voy a desmayar. Ya no quiero ir a trabajar a la tienda pero mi madrina me manda siempre para ganar algunas monedas y no tener que mantenerme gratis. Pasan los días y no puedo matar los pollos y desplumarlos como antes. El tendero ya no me abraza y me mira de reojo. 
¿Qué voy a hacer? 
El cura me ha preguntado si he hecho cosas malas y con quién, ya que los únicos hombres que se quedan en el pueblo de día son el señor cura mismo y don Ramón que es tendero, sacristán, hombre decente y esposo ejemplar. Los otros llegan de noche de la mina y nunca los veo. Le he contestado que no sé. No me ha dado su bendición porque no me puedo arrepentir de lo que no sé.
Lo mismo le he repetido a mi madrina que me acompaña a la iglesia y a las comadres que cuchichean. Ellas han llegado a la casa una tarde con velas, cánticos y letanías y me han asegurado que al agacharme a orinar en el callejón, se ha metido un sapo a mi vientre y que tengo adentro al hijo del demonio.
Por la decocción de hierbas que me ha dado la comadrona de tomar, he sangrado mucho y me han venido unos retortijones que pensé que me moría. Desde entonces, mi madrina no me habla. Solo me dice que tengo que rezar mucho. Pero cada vez que paso por la iglesia me señalan con el dedo como la del pecado mortal y la que abortó al hijo del demonio. 
Creo que me voy a ir del pueblo. Todo es mi culpa por orinar en el callejón. Estoy avergonzada, adolorida y espantada. Voy a tomar el primer camión que pase por la carretera y no voy a regresar jamás. Llegaré a esa ciudad lejana donde dicen que hay escuelas, teléfonos y tranvías. ¿Y, luego, qué será de mí? ¿Habrá pollos para desplumar? ¿Podré dormir bajo un árbol y ver las estrellas? Yo me puedo cuidar sola porque pronto voy a cumplir los trece años. Y, al menos, allí nadie sabrá que he llevado en el vientre al hijo del demonio.

2 comentarios:

Nanim Rekacz dijo...

Hijos de demonios, hijos de dioses... todos hijos de hombres.
¿Leíste El país de las sombras largas y El regreso al país de las sombras largas, de Hans Ruesch?

Nedda González Núñez dijo...

Tal vez con una ingenuidad más "moderna", hay muchas niñas que pasan por la misma situación. Y también niños, solo que ellos no quedan embarazados.
Qué sociedad tan malvada. ¿Qué futuro puede haber si no cuidamos de nuestros niños y no dejamos de lado la hipocresía?
Me llegó tu cuento, porque el desamparo se hace palpable.
Un saludo afectuoso.
Nedda