lunes, 5 de enero de 2009

Y yo más que tú, infinito - Jorge X. Antares


El pequeño tirano volvió a humillar a sus padres en el supermercado. Los muy tontos le habían negado su enésima ración de dulces bombas de azúcar y eso pedía venganza, simple y enérgica venganza. Sabía cual lata de conservas coger de la inmensa torre que llegaba hasta casi el techo. Lo había hecho otras veces y ver derrumbarse una torre siempre es divertido. Pero esta vez lo fue más. Una de las latas golpeó a un dependiente echándole por tierra y provocándole un baile espasmódico mientras un surtidor carmesí brotaba de su cabeza y una mancha amarilla de pis empezaba a formarse a su alrededor.
El niño se quedó mudo. Por unos momentos no se oyó nada salvo los sonidos de agonía del pobre herido. Después de la sorpresa inicial, el chico se notó muy inquieto.  Estaba deseando ir al jardín de infancia. Esta historia superaría a la de Paula cuando puso el matarratas en el vaso de refresco de su canguro o a la de Rubén cuando le prendió fuego al pelo de su abuela. ¡Sería más que ellos infinito!