sábado, 17 de enero de 2009

Un día más - Sergio Patiño Migoya


Bobby contempló las nubes imprecisas que parecían anclarse al cielo de Dustville. Desde la radio de la ranchera, la voz de Mel Collins trillaba el aire con un country melancólico, acompañado por el orquestar monocorde de los grillos en celo.
—¡Estoy harto! —gritó Bobby saltando del capó—. Mañana mismo me voy de este pueblo de mierda.
Brenda lo atrapó por la espalda entre sus piernas de animadora. Se abrazó con fuerza y le susurró:
—Llévame contigo, Bobby.
Él se giró y la besó largamente. Le contó de un amigo que trabajaba en un casino de Las Vegas. Podría ayudarles. Comenzaron a tejer su red de esperanzas. En un momento, parecía de una enorme simpleza convertir tantos sueños de futuro en realidades.
Siguieron abrazados en silencio mientras contemplaban caer el sol hacia su cobijo tras las montañas, cada cual inmerso en sus ilusiones de libertad. El viejo Mac los saludo desde el tractor, como cada tarde de regreso a casa. Desde el pantano, las ranas empezaron a unirse al canto de los grillos. La señora Halliwell despachó los lamentos de Mel en su puntualidad de ocho y media, y comenzó a parlotear los cotilleos locales.
Bobby apretó la mano de Brenda:
—Alguna vez lo haré, te lo juro.

Tomado de http://breventosybrevesias.blogspot.com/

1 comentario:

Ogui dijo...

Siempre será otro día... buenísimo