jueves, 29 de enero de 2009

Ortodoxias - Mónica Sánchez Escuer


Era marxista. Usaba la mirada aguda en días de fiesta y la mezclilla a diario. Vestía con anteojos su cara de luna para mirar mejor el suelo; nunca tropezaba, sus pasos precisos caían como imanes sobre la tierra.
Yo lo admiraba: excelente ensayista, luchador social, intelectual sensible. Quería conocerlo, saber si en sus palabras diarias brillaba la misma luz que en sus escritos. Un día, saliendo de su clase, me atreví: lancé su nombre ocultando, tras el morral y una amplia sonrisa, mi pinta burguesa, y él me respondió. Así comenzaron nuestros encuentros.
Todo se volvió intencional entre nosotros: sus libros, mis preguntas, su materialismo dialéctico. Una tarde, sus palabras desaparecieron en la elocuencia de mi boca y, sin definiciones ni trazados paradigmas, empezamos a compartir algo más que El capital.
Me gustaban sus anteojos y las ideas que salpicaba sobre mi frente, sus labios mojados apenas abiertos y la duda constante clavada en su rostro. 
Habíamos salido un par de veces y su piel aún no se atrevía a enseñarme sus maestrías. Esperé unas semanas. Nada. Fui yo entonces quien abrió las puertas. Una noche, en medio de los besos, le desabroché la camisa poco a poco. La mezclilla parecía cosida a sus piernas, pero al fin cayó con todo y el frío que cubría. En un impulso, él me arrancó los botones de la blusa para mostrarme su tacto muy de cerca. Sus manos rehicieron mi espalda y mis pechos diez veces, luego bajaron y subieron por mis muslos hasta atorarse en el cierre de mi falda. Las ganas terminaron intactas en el piso. 
La escena se repitió unos días más tarde. Esta vez se detuvo ante mi cuerpo abierto. No puedo, eres virgen, me dijo, y se vistió. 
Por meses, odié mi carne fresca, sus contradicciones de clase, abrí mi lacrado sexo, y a muchos. 
Él nunca lo supo.
Ya no es Marxista. Tampoco profesor. Es funcionario del gobierno y un buen esposo. Me ha dado una casa, un buen auto, dos hijos y un perro. Después de hacer el amor, siempre me besa en la frente y me llama su virgencita.

Tomado de http://monicaescuer.blogspot.com/

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