—Está muy oscuro —dijo Chiappini. Trató de adaptar los ojos a la penumbra y alargó la mano para tocar el hábito de Bronzel—. Usted igual escriba.
—¿Qué quiere que escriba en estas condiciones? —protestó el monje.
—Ponga que está oscuro. No necesita luz para escribir.
Chiappini resopló con energía, ya que no tenía sentido encogerse hombros y desplazó la tiza por la pizarra. Hubo un chirrido espeluznante y todo terminó.
"Está muy oscuro", escribe Bronzel sobre la pizarra haciendo chirriar la tiza de un modo horrible. "Chiappini lo afirma con su prepotencia habitual y yo no soy quien para discutirle. Noto que extiende la mano y me toca la manga del hábito, seguramente para situarse en el espacio. Le pregunto qué quiere que escriba. Escriba que está oscuro, replica él. Argumenta que no se necesita luz para escribir y es cierto. Eso estoy haciendo en este mismo momento, en la más absoluta oscuridad. Resoplo ruidosamente para expresar mi disconformidad, ya que no tiene sentido que me encoja de hombros".
Está muy oscuro, por lo que me llevo por delante la pizarra en la que Bronzel, cumpliendo las órdenes de Chiappini, ha dejado registradas las impresiones que la oscuridad provocó en ellos. Si me guío por lo que está escrito en la pizarra llego a la conclusión de que la oscuridad sólo les permitió informar que estaba oscuro, aunque si aguzo el ingenio también puedo deducir el espantoso chirrido de la tiza al friccionar contra la pizarra y que el monje expresó su disconformidad resoplando, habida cuenta de que un encogimiento de hombros le hubiera pasado totalmente inadvertido a Chiappini.
Está escrito en mi cuerpo: la oscuridad obligó a Chiappini a hacer un supremo esfuerzo para penetrarla, pero no lo logró. Aferró la manga del hábito del monje, dice aquí, y luego le ordenó que dejara registradas sus impresiones. Hubo un desagradable chirrido cuando la tiza se desplazó por mi superficie y el monje escribió:
—¿Qué quiere que escriba en estas condiciones?
—Ponga que está muy oscuro —dijo Chiappini.
"Está muy oscuro", escribió Bronzel. —¿Qué más?
—No necesita luz para escribir.
"Chiappini, con su prepotencia habitual", anotó Bronzel, "me obliga a poner por escrito lo que está sucediendo y yo no soy quien para discutirle. Noto que extiende la mano y me toca la manga del hábito, seguramente para situarse en el espacio. Resoplo ruidosamente para expresar mi disconformidad, ya que no tiene sentido que me encoja de hombros".
Envolví con mi manto a Chiappini, el jefe de los exploradores, y a Bronzel, el monje, su ayudante, desconcertándolos. Chiappini advirtió mi presencia y trató de adaptar los ojos, pero no tuvo éxito por lo que alargó la mano para tocar el hábito de Bronzel. —Usted igual escriba —dijo Chiappini.
—¿Qué quiere que escriba en estas condiciones? —protestó el monje.
—Ponga que está oscuro. No se necesita luz para escribir.
Chiappini resopló con energía, ya que no tenía sentido encogerse hombros y desplazó la tiza por la pizarra. Hubo un chirrido espeluznante y todo terminó.
Las palabras, estas palabras, más fuertes que la luz y la oscuridad, más robustas que el monje y más astutas que Chiappini, más perdurables que la tiza y la pizarra, más poderosas, incluso, que yo mismo que acabo de escribirlas, la tenue sombra que se los llevó a todos por delante, atropellándolos entre aterradores chirridos, resoplidos y empellones, aseguran que Chiappini, el jefe de la expedición, y Bronzel, el monje que oficiaba de ayudante, se perdieron en las sombras del relato y tras intentar adaptarse a la penumbra, infructuosamente, decidieron registrar lo acontecido en una pizarra, escribiendo los hechos con tiza. Está de más que les diga que, aunque lo lograron, su osado gesto no ha servido para nada. Chiappini, aferrado a la manga del hábito del monje, le hace perder el equilibrio, la tiza rueda por el piso y la pizarra se hace trizas contra las rocas. La oscuridad, frustrada, muere convertida en relámpago y todo termina.
2 comentarios:
-Me gustó mucho -escribe Dorelo, escudándose detrás de su seudónimo.
-Me pareció leer que a Dorelo le gustó mucho el relato de Sergio -se inmiscuye Salemo sin que lo llamen.
-Dice Salemo que le pareció leer en mi que a Dorelo le gustó el relato de Sergio -se entromete la pc.
-Cortenla los tres. Y al que corresponda: recuerde que ya envié la factura y si no paga en término se acabó la joda -concluye Fibertel.
Es interesante cómo funcionan los espejos en medio de la más profunda oscuridad. ¿Será que no toda oscuridad es absoluta y se propagan sombras que llevan la información?
Otrosí digo: ¿Cuántos pseudónimos más deberemos aprender de parte de Muster Mark di Sacrobosco? -diría Adso.
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