martes, 27 de enero de 2009

Fantasmas - Olga A. de Linares


Al loco se lo encontraba siempre cerca de la Chacarita. El tipo estaba convencido de que la muerte había querido llevárselo en ese taxi diabólico que, desde aquí hasta Singapur, forma parte de tantas leyendas urbanas. Y juraba a quien quisiera oírlo que las cicatrices que le cruzaban el rostro se las había hecho cuando se tiró de él, alertado, ni más ni menos, que por el espectro de su padre que los seguía en bicicleta. ¡Todo un detalle!, ¿verdad? También juraba que ya no le iba a ser fácil a la huesuda cargar con él, que lo tenía bien junado al taxi ese, y añadía: “¡Ni loco me agarra de nuevo!”.
¡Pobre infeliz! ¿Se pensaría que iba a vivir para siempre?
Por supuesto, no fue así. 
Dicen los testigos que corrió por la avenida a contramano, con los brazos abiertos como para abrazar a alguien, y riendo igual que un chico... hasta que un auto lo revoleó por el aire y lo tiró, muñeco roto, sobre la acera. Yo, por supuesto, sé bien hacia quién creyó que corría. ¿O se habrá pensado que no me resultaba igual de fácil cambiar al taxi por una bicicleta, y usar, por un rato, el rostro de su padre? 

2 comentarios:

Javier López dijo...

La muerte juega con ventaja Olga, y si además hace trampas... pobre loco.
Me encantó!!!.

Oriana P. S. dijo...

GENIAL. Así, con mayúsculas.

Increíble...