miércoles, 17 de diciembre de 2008

Superpoderes: Rayos - Bruno Henríquez


Los rayos que salían de sus ojos desintegraban a sus enemigos, derretían los autos, hacían volar en pedazos las armas que le apuntaban. Pero cuando disparaba no veía, así que tenía que lanzar pequeños destellos, como parpadeos, pero igual de mortíferos; no podía entonces desviar la mirada, ni fijarse en algo hermoso ya que si por casualidad se sorprendía o asustaba, sus reflejos le hacían disparar; así acabó con más de un jardín o una muchacha hermosa..
Ahora lo perseguían y él era inocente de lo que se le acusaba. Por eso los miró con la intención más destructora. Esta vez los rayos se reflejaron en los trajes metálicos y los escudos. Cambió la intención y sus perseguidores se disolvieron en una baba pestilente, sus vehículos se volvieron polvo y sus armas se evaporaron en torbellinos iridiscentes.
El no era culpable, había sido sin querer, no lo haría más.
¿Qué no haría más? ¿Volver al lugar, mirar lo mismo, pensar igual o soñar con los ojos abiertos?
Ahora se acercaban con el arma definitiva, era una sombra, era la oscuridad absoluta. Él podría atacar, pero sin saber qué ni a quién.
Ya lo rodeaban. Se oían el juicio instantáneo y la sentencia. Los ojos por siempre tapados, las imágenes inducidas, la visión diferida y por si acaso la prohibición absoluta de visitar museos ni observar obras de arte.

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