
Abres el libro. Hundes las nalgas en el sillón. Subes los pies al taburete. Las letras caen al piso despatarradas. Se sacuden. Caminan en fila india como hormigas negras. Te levantas. Sacas la lupa del segundo cajón del escritorio. Te acercas a los abecedarios que se aproximan con paso marcial a la cocina. La letra “C” está despeinada. La letra “O” arrastra los pies al caminar. Te acuestas en el suelo. Miras el microscópico espectáculo de cerca. Quisieras ir por la cámara de video. Subes a tu cuarto. Tomas la videocámara. Bajas las escaleras. Ves a tu hijo con sus amiguitos del parque, entrar como corsarios al abordaje en la cocina. Toman un poco de refresco y regresan a sus juegos. Las hormigas caligráficas se quedan pegadas en sus zapatos. Revisas el piso con minucia. Todo se ha vuelto letra muerta. Escoges un libro clásico, Las mil y una noches, sacudes las páginas. Lo pones de cabeza. Las letras están bien pegadas.
1 comentario:
¡Qué buen cuento, Pavel! Me ha gustado muchísimo
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