
Cada mañana, al levantarme, se repetía el mismo suceso. Un libro aparecía fuera de su lugar en mi pequeña biblioteca personal: “La metamorfosis” de Franz Kafka. Me lo cuestione en muchas ocasiones, ¿quién lo movía por la noche? Pero con el tiempo llegué a verlo como algo normal y rutinario.
Y así fue durante algunos meses. Hasta que un día el ejemplar apareció tirado en el piso. Cuando me acerqué a recogerlo observé atónito que una especie de coleóptero se escondía debajo del librero. Sentir que me miraba fijamente fue patético. Aunque más patética fue mi locura al pensar que se trataba del joven Gregorio Samsa.
Por muchos días le proveí de alimento y agua antes de irme a trabajar. Cuando regresaba a casa, el enorme escarabajo se asomaba, me miraba con agradecimiento y se volvía a ocultar. Pero una noche, al llegar de mi jornada laboral, no se asomó. Lo busqué por todos lados sin encontrarlo. Había desparecido, al igual que la obra de Kafka.
Traté de ser realista y razonable. Pensé que se trataba de un caso de psiquiatría. Pero al siguiente día, al salir de mi hogar, se me acercó un joven de aspecto raro. Me regreso mi libro, agradeció mi tolerancia y relativismo. Luego comenzó alejarse agitando, para despedirse, uno de sus cuatro brazos.
4 comentarios:
Muy bueno... Y Kafka sigue dando pie a nuevas escrituras.
Muy cierto. Franz Kafka es simplemente; terapia sublime para nuestras obsesiones.
Gracias por el comentario, es un verdadero honor. Por que eres una excepcional literata.
¡Muy creativo!... felicidades.
Un cuento muy bueno, hasta a Kafka le hubiera facinado.
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