Entonces,
llevado por su intervención a una rabia más que demoníaca,
me zafé de su brazo y le hundí el hacha en la cabeza.
Sin un solo quejido, cayó muerta a mis pies.
“El gato negro” de Edgar Allan Poe
Este espacio reducido se extiende ante estos ojos ciegos. En este espacio húmedo abro las garras y estiro las falanges. No hay fronteras. Todo es silencio; se puede escuchar el trago de saliva del otro, cascada en el fondo del estómago. Nos habita una gran cuenca, y ellos, ojos apagados, nuevamente sordos a la luz, sigilosos en un compás de espera, se arquean en el silencio y vibran los pellejos.
Desde aquella noche detenida enmudecí y mi cuerpo se untó en el muro. La humedad era propicia. Nadaba en el líquido de la respiración. Ya no era más que opaca sustancia que ronroneaba en el sueño de un rincón jamás habitado hasta hoy.
Soy el gato. Ella, con un hachazo en la cabeza, ahí, adentro, escucha del otro lado del muro la voz triunfal de su marido después de emparedarnos. Desde la primera palada se hizo noche, y el sueño, eterno.
1 comentario:
Karla querida, qué gusto leerte y qué gusto tener a la mano el internet para saber de ti. Soy Eduardo Serrato, hace más de siete años recuerdo que me comunique contigo para hacer tu ficha del Diccionario de Escritores Mexicanos, que no pude realizar porque enfermé gravemente. Regreso de ultratumba sólo para saludarte. Escríbeme, me gustaría saber de ti, y sería una bendición salir virtualemente de mi cuerpo inherte. Mi correo es eduardi_serrato@yahoo.com.mx
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