miércoles, 17 de diciembre de 2008

Cicatrices - Saurio


Con la maravillosa impudicia en que lo obvio se nos hace primero evidente y luego iluminación caemos en la cuenta de la involuntaria función del ferrocarril como preservador de estados previos a lo urbano. Y luego de esto ver cómo asoma la pampa que se oculta bajo la metrópoli, ya sea por necesidad de espacios ampliamente vacíos para guardar vagones o porque los yuyos crecen donde hay un poco de tierra o porque se le permite al señalero criar cabras bajo el puente para aplacar el aburrimiento y tener carne fresca para el asado.
A todo esto agregarle la cicatriz de las medianeras no pensadas para ser vistas sino para darle la espalda a un conglomerado de basura, enredaderas, ratas y pasajeros, y tener un panorama del dobladillo de la ciudad en el que son detectados los hilos que cosen las calles y mantienen en su lugar los edificios, que si así no fuera todo saldría volando por obra y gracia de la rotación terrestre o las topadoras municipales.
Y con esta epifanía bajar en una estación que de tanto mantener la altiva elegancia del pasado muchos creen que está abandonada, descender las escaleras postizas por la avaricia de propietarios que han preferido alquilar el hall para fiestas privadas antes que dárselo gratis al usuario, cruzar el empedrado de Dorrego y esquivando los azapallados residuos fecales de perros vegetarianos bordear la cancha de polo acercándose a la sastrería para ver venir a una mujer corriendo lentamente en una eléctrica desesperación, como quien está apurado por cometer una travesura o debe cumplir con un horario que no se rige por la lógica de los relojes, verla detenerse con la misma irracional convicción de que la prisa es fundamental para llevar a cabo su propósito y por eso debe embutir su campera en un hueco de un tronco y debe sacar una bandeja de carne picada de una de sus bolsas y debe armar amorfas albóndigas y debe arrojarlas al techo de tejas con fuerza y sin pausas mientras profiere secos y cortantes “Mish! Mish! Mish!” como gritos de guerra de un arte marcial que aún no conoce punto cardinal ni razón para su existencia salvo el acto de existir. 

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