Si para un hombre cualquiera la vida está llena de obstáculos y contrariedades, qué decir para un centauro como yo. ¿Qué soy, al final? ¿Hombre o caballo? ¿Una burla de los dioses? Con mi amigo Omega hemos decidido huir del Olimpo, visitar esta tierra de los mortales, confundirnos con los animales, las plantas y la gente. En la ciudad es imposible. Todos se ríen de nosotros. Los momentos más tristes llegan en primavera con la excitación de la sangre. Somos todavía muy jóvenes, casi adolescentes. En este instante, por ejemplo, en esta llanura que nos insulta con tanta belleza nueva hemos descubierto dos yeguas pastando y ahí nomás, en una breve laguna, dos muchachas se bañan alegres y desnudas. Nuestros ojos van de un lado al otro. La primavera nos acosa.
—¿Y ahora qué hacemos? —me pregunta Omega.
—No nos podemos pasar la vida dudando —le respondo—, habrá que tomar una decisión.
—Claro que sí —dice Omega. Y arremetemos.
Tomado de http://colgadodelostobillos.blogspot.com
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