Se sabía que el monstruo era del tipo de los que devoran las dimensiones. Se supo desde que apareció en nuestro mundo tetradimensional y se asentó en su territorio. Como monstruo era magnífico y con su magnetismo subyugaba a todos los que caían en su esfera de influencia. En el universo de cuatro dimensiones podía engullir a cualquiera y mantener la vida de los que cayeran dentro del radio de lo colapsado sin dejarlos escapar al espacio real.
Así se comió la altura y todas las aspiraciones quedaron aplastadas, era imposible elevarse o profundizar, todo era plano, pero el plano tenía infinitas direcciones y el errar de sus subditos incomodaba al monstruo que decía moverse en una dirección clara y definida, pero que erraba en el estrecho plano de sus ambiciones. Hasta que decidió devorar la distancia. Todo se estrechó en un haz sin espesor, sólo quedó una línea en la que se movía el monstruo. Los atrapados en el mundo del monstruo sólo tenían dos opciones en la via del monstruo: a favor o en contra. Y siempre con el peligro de ser comidos ya fuera por exceso de celo al moverse con él o por castigo al moverse en su contra.
Pero en un mundo que fue tetradimensional quedaba el tiempo, la posibilidad de encontrar alguna solución en el futuro o el pasado. Así escaparon y acabaron con el monstruo la avalancha de imágenes y recuerdos del pasado mezcladas con amenazas de futuro. Y las mentiras del monstruo en una sola línea diciendo que eso era todo el universo, hasta que en un ataque de ira se devoró a si mismo; se derrumbó en un punto de no existencia, de dimensión cero.
Se sabía que el monstruo se alimentaba de las dimensiones. Se sabía que había surgido de un punto y se desplegaba cada día con más fuerza hasta asentarse en nuestro territorio. Subyugó a todos con su magnetismo, se hizo fuerte, y para no fallar, lo primero que se comió fue el tiempo, convirtiéndolo todo en el contenido de un sólido inmóvil, sin pasado y sin futuro, siendo él el dueño de la historia. Después devoró la altura y aplastó a todos en su plano, devoró la distancia y en la línea estamos esperando, sin tiempo y sin esfuerzo, a que el monstruo nos coma o nos ignore.
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