domingo, 23 de noviembre de 2008

Sinceramente - Juan Torchiaro


…una ayuda. Lo oigo en el tren, destacándose sobre el ruido de las vías y las conversaciones de los pasajeros. Una ayuda y siento cómo se aproxima. Una ayuda, y no quiero. No esta vez. Una ayuda, y viene arrastrándose. Arrastra sus medios muslos. Medio hombre. Será mejor no mirarlo. No ver sus manos mugrientas sobre las que balancea su medio cuerpo. Una ayuda, escucho, pero miro por la ventanilla. Hoy no tengo guita. Las cosas afuera pasan rápido. Una ayuda. Más rápido, me marean. Una ayuda. Cómo hará en el baño, me pregunto. No debe bañarse. Una ayuda. Ya está cerca. No desviar mirada de ventanilla que me marea. Está a mi costado. Su mano extendida. Una ayuda. Pero no tengo guita. Y si tuviera ¿qué? No puede obligarme. Ya no puedo sostener mi mirada en la ventanilla. No voy a mirarlo. No quiero verlo. El lo sabe y espera. El sabe que no soporto. Una ayuda. Me está probando. Su olor me irrita. Contengo la respiración, pero no se va. Insiste. Me provoca, me pone nervioso, de la nuca me pone. Una ayuda... ¡Basta! Me revuelvo y lo pateo. Lo pateo en el pecho, en la cabeza. El me mira. Sangra por la nariz. —Gracias —me dice, y se va arrastrando su medio cuerpo por el pasillo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

¡Muy bueno, realmente! También disfruté tu otro material, pero éste... es una patada en el pecho. :)