domingo, 5 de octubre de 2008

Movilidad mobiliaria - Francisco Costantini


Mientras preparaba el mate, Pedro escuchó un sonido a su espalda. Giró para ver y le pareció que la silla estaba ligeramente desplazada de su lugar. Tras un instante de hesitación, se encogió de hombros y volvió a su tarea. 
Otra vez el ruido, un frenético repiqueteo. Dio media vuelta y, ahora sí, advirtió que la silla vibraba acercándose cada vez más. De pronto, ésta se contorsionó de manera inverosímil y adquirió forma humana. Del susto, Pedro se manchó la remera con mate. El antropoide avanzó y, antes de que él pudiera reaccionar, lo sujetó con fuerza. Trató de zafarse, pero fue imposible. La silla lo obligó a ponerse en cuatro y luego se sentó sobre él. Hizo varios intentos para escabullirse, pero resultaron vanos.
Estuvo así varios minutos. Sintió que hacía el ridículo. Por fin la silla lo abandonó y recobró su forma habitual. Él, tomándose la cintura, suspiró creyendo que el martirio había terminado. 
Pero, entonces, oyó ruidos toscos que provenían del baño. Corrió para ver qué sucedía. A medio camino se detuvo en seco y lanzó un terrible alarido. Vio que el inodoro, de ancha sonrisa, venía caminando hacia él.

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