sábado, 4 de octubre de 2008

Mientras Atenea duerme - Paola Cescon


Cancerbero seduce a Circe, que termina convirtiéndolo en un Adonis. Ariadna no recuerda qué debe hacer con el ovillo, se pone a tejer una capa que cubrirá al mendigo que por allí pasa portando arco y flecha, flecha que disparada por casualidad acaba con la vida de un tal Zeus que deambula sin su égida. En los aposentos de Penélope dejan una caja en la cual la personificación de la paciencia jamás reparará urgida por otros menesteres: los calores que provoca en ella un caballero de nombre Apolo. Orfeo, harto de la melodía tapa sus oídos con cera, se deshace con brusquedad del instrumento que toma Eurídice y hace sonar; Hades, embelesado por la música se quita el casco para besarla perdiendo así su invisibilidad y el reino de las sombras, convertido en hogar de flores, corazoncitos y mariposas, cierra por falta de trabajo. Caronte, ahora desocupado, se dedica a vagar por los mares llegando a Esparta, donde se enamora perdidamente de una belleza llamada Helena, amor que, correspondido, los lleva a escapar a la isla de Creta, donde, como niños, pasan horas divirtiéndose en un laberinto...
Ninguno supuso que aquella inocente celebración a la cual fueron invitados por Dionisos, terminaría desencadenando una hecatombe beoda tan Olímpica que daría vuelta la historia.

No hay comentarios.: