Lo que las religiones no te cuentan es que los suicidas tienen sus propios cielo e infierno. Y que van obligatoriamente a ambos
En el cielo ven por media eternidad cómo su suicidio afectó la vida de los que los rodeaban. Sus autoinmolaciones son hitos que cambian la historia: los errores se enmiendan, la culpa se cobra venganza, el recuerdo se hace perenne. Caen imperios, se alcanzan las estrellas, se revierte el calentamiento global, nada escapa al efecto del propio suicidio.
En el infierno se dan cuenta durante la otra media eternidad de que, en realidad, nada de eso pasó, que a nadie le importó un carajo que se suicidaran, que el mundo siguió su curso sin enterarse y que el único efecto palpable fue el alivio que sintieron parientes y amigos cuando se sacaron del medio.
Luego de que pasa toda la eternidad, los suicidas vuelven a reencarnar en ellos mismos en el momento previo a sus muertes y tienen que vivir el resto de vida que les quedaba.
El sufrimiento es intolerable, dicen.
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