sábado, 25 de octubre de 2008

Medusa en la ciudad - Daniel Antokoletz


Millones de almas pululan aquí y allí. No puedo olvidar mi muerte. Tampoco a aquella medusa.
Mirarla fue mi perdición. Si hubiera estado en otro lugar o en otro tiempo, me habría salvado. Como ocurrió con tantos humanos desamparados de los dioses, caí bajo su influjo. Perseo había decapitado a la más temible de las Gorgonas. Sin embargo, volvemos a enfrentarnos con su mirada inmensa. Ojos que desplazan la moderación y la pureza. El fuego de su presencia lo corrompe todo. La carne, podrida y quemada, se desprende de los huesos, cae al piso, y es barrida por su aliento infernal. 
El estruendo de su voz rebota en mi moribundo entendimiento. Mis tímpanos vuelan, al sentir su primer soplo, revientan como globos. 
Me parece verla caminar entre los despojos, entre las carcazas vacías donde hubo cerebros que pensaron, ojos que brillaron y labios que supieron besar. 
Cruza una cucaracha. Ella parece no verla, a ella no le afecta. Y a la medusa no le interesan esos seres inferiores. Nos busca a nosotros y nos elimina metódicamente. De nada sirve esconderse en el último piso del más alto de los rascacielos, o en lo profundo de los sótanos y subterráneos. Es cuestión de tiempo. Todos seremos hallados. Perderemos el pelo, la piel, la carne. 
Vuelvo a ver esos candentes ojos que lo penetran todo, que lo destruye todo. Siento el ardor, siento como si mis ojos se desprendieran, como si cayeran de sus órbitas. Una última visión: su efigie. Miniaturiza las casas de la cuidad arrasada. Apenas distingo la impresionante imagen de ese hongo atómico. El nuevo nombre de la antigua medusa.

1 comentario:

Alejandro Antokoletz dijo...

Da para pensar. Está muy bueno. Mientras lo leía no pensaba en la guerra nuclear sino en el cáncer.
Firma: CIF (Club Inventores Futuros)