viernes, 3 de octubre de 2008

Callejón sin salida - Sergio Gaut vel Hartman


Los diecinueve días que duró el torneo fueron infernales, pero infernales a la manera judía, sin bocadillos de jamón y putas tailandesas. Lo peor de todo fue que Kurosawa aprendió las reglas en cinco minutos, en cuarenta había asimilado la estrategia superior y en la partida final le ganó a un alelado Lasker que previamente se había cargado a los demás.
—Los japoneses no jugaban —bromeó Tahl.
—Lo que ocurre —dijo Kurosawa— es que yo soy un personaje tan extraordinario que no es raro que las tramas que habito deriven hacia situaciones muy lejanas de los planteamientos iniciales, ¿comprende?
—No —dijo Tahl, que se sentía cómodo en las posiciones incómodas—. Y gracias a eso salimos.
—¿Salimos?
—Mire.
—¿Club Mislata? ¿Qué es este lugar?
—Sólo conozco lugares de ajedrecistas —se disculpó Tahl.
—Ya recuerdo al que vive en este lugar. Historias de lobos, vecinas extraterrestres, seres putrefactos que se caen a pedazos. ¡Dios mío!
—Perdóneme, yo no sabía.
—No se preocupe. Vamos por ahí.
—¿Al casino? ¡Magnífico! Ese lugar está lleno de furcias.
—No, ese no, ¿por quien me toma? —Kurosawa apuró el paso y se metió en mi cuarto—. Y si abre la boca mato a un gatito. 

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