jueves, 2 de octubre de 2008

Aromas - Javier López



Domingo, 21 de agosto de 2039

Hace 2 meses que he regresado de mi primera misión espacial. Ahora estoy a punto de comenzar una nueva.
La estación orbital de Io es mi destino. En la Tierra solo permaneceré el tiempo justo para recuperarme de una estancia de tres años en soledad. Mi visión desde allí es algo con lo que todo el mundo ha soñado: el espacio exterior, los planetas, los astros. Si, es muy hermoso, pero los que seguís viviendo en la Tierra no imagináis que sois privilegiados.
En cada viaje el jefe de operaciones me ofrece rellenar una lista de peticiones. Puedo escribir en un papel hasta 20 artículos, siempre que el peso no esté por encima de 15 kilogramos y el volumen no supere el del contenedor previsto. No hay otro límite, puedo solicitar cualquier cosa y ellos me la proporcionan.
En mi primer viaje había pedido aquellas cosas que siempre pensé que me llevaría a una "isla desierta". Algunos libros, un reproductor multimedia, discos, juegos, algunas fotos y recuerdos... Algo para escribir, revistas... ¿qué otra cosa si no...?.
Esta vez he hecho una petición mucho más especial. Nunca imaginé que eso me ocurriera, pero en el anterior viaje sentí una enorme nostalgia de algo que sólo hay en la Tierra.
En el espacio no hay olor (salvo el de mi propio cuerpo y mis objetos), y desde que fui consciente de eso, deseaba volver de nuevo a nuestro planeta para, la próxima vez, no cometer el mismo error y hacer las mismas solicitudes.
Esta vez pedí que en mi equipaje viajaran conmigo pequeños frascos de las esencias, aromas y olores que siempre me hicieron sentir vivo.
Mis elecciones fueron: brisa marina, pescado fresco, olor a leña, a césped recién cortado, a tierra mojada, y aroma de sexo de mujer...

2 comentarios:

Jacinto Deleble Garea dijo...

Tengo la sensación de que un microrelato es bueno cuando al acabar de leerlo no puedo evitar imaginar qué ocurrió antes de lo narrado, o qué ocurrirá después.

El cuento se transforma en un fotograma de una película mayor, que puedo continuar en mi interior.

Este cuento lo consigue plenamente.

Uno desearía seguir leyendo más.

Javier López dijo...

Hola Jacinto:
Estuve en tu página, te leí y te había dejado también un comentario. Pero tu página parece un mutante, un blog laberíntico por el que me cuesta trabajo moverme, así que no sé si viste el comentario. Prometo seguir visitándote y haciéndome un mapa mental de tus blogs, pero mientras tanto te agradezco aquí tu comentario.
Saludos.