sábado, 6 de septiembre de 2008

Tabula rasa - Libia Brenda Castro


El despojo, la sensación de horror, el vacío. Quién nos salva de la corrosión una vez que hemos dejado todo atrás y sólo se abre ante nosotros un pasillo largo, en penumbra. La quietud, el desconcierto, la última palabra.
Quién se lleva, como lavándolo, el imperioso asombro que produce el primer encuentro verdadero con la melancolía. Entre hoy y mañana, amor, sólo tendré una voz gastada. Y la ausencia de todo lo que una vez me llenó me produce ahora una sensación de extrañeza: eso no era yo, era sólo un traje a la medida.
Quiero creer que avanzo, camino despacio mientras tanteo con la palma de la mano una pared que alguien pintó de rojo. La única certeza de este día es la permanencia de la duda. El mayor sarcasmo fue alguna vez la ausencia de rencor, la falta de cualquier objeto interpuesto delante, para hacerme tropezar.
Es posible que mañana, cuando despierte, pueda tragar un poco mejor esta arena sobre la lengua, la rabia que rechinan mis dientes. Es posible que mañana, a través del cristal, mire hacia afuera y haya un mundo. Es posible, quiero creerlo, que mañana pueda respirar mejor tanto silencio.

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