sábado, 13 de septiembre de 2008

Percusión - Eduardo Abel Gimenez


Ya de pequeño descubrió que al golpear suavemente con los dedos en distintos puntos de su propia cabeza producía ruidos maravillosos, con una riqueza que merecía ser explorada.
Practicó mucho, especialmente de noche, cuando el silencio de alrededor le permitía apreciar mejor las sutilezas de sus golpes.
Cuando fue al conservatorio simuló estar interesado en los instrumentos de percusión. Pero en casa sólo tocaba en su propia cabeza. Egresó con honores.
Durante la adolescencia logró los mayores hallazgos. Por ejemplo, podía imitar la complejidad del tabla hindú tocando con los dedos índices y mayores en las mejillas infladas, permitiendo leves movimientos del aire dentro de la boca.
Su carrera no estuvo exenta de dificultades. Sin ir más lejos, cada intento qie hizo de grabar sus interpretaciones fue un fracaso. No había equipos adecuados para percibir esa música del modo en que él podía oírla desde su propio interior. De manera que inventó una notación especial que le permitía reproducir una pieza de modo exactamente igual cada vez: líneas y puntos para la nariz, para las cejas, para los diversos puntos del cuero cabelludo, combinados con figuras para cada dedo.
El verdadero virtuosismo llegó luego de los veinte. Fue capaz de reproducir, golpeando sólo en las orejas, el solo de John Bonham en “Moby Dick”.
El problema, entonces y por el resto de su vida, era que nadie más podía oírlo.

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