domingo, 14 de septiembre de 2008

Lázaro de Betania - Álvaro Menén Desleal


Un imprudente levanto el velo.
Andreiev.
No es cierto que Lázaro volviera de la muerte. La muerte —la muerte que descompone la carne—, es irreversible.
En el banquete en que celebraban el supuesto resucitamiento, "sus deudos y amigos advirtieron el color azulado de su rostro y la repugnante obesidad de su cuerpo... su maño violácea yacía sobre la mesa... sus uñas, que habían crecido en la tumba, se habían tornado, casi rojas. Por distintos sitios, en los labios, en el cuerpo, la piel había estallado, al henchirse, y se veían en ella finas grietas rojizas y brillantes..."
El hombre que había estado muerto —cuenta Juan en la Biblia— salió con los pies y manos envueltos en envolturas, y su semblante cubierto con un paño.
Lázaro no percibía esas envolturas, extrañado como estaba de ver a sus parientes y amigos, y a los habitantes todos de Betania, con rostros azulados, las maños violáceas pegadas al cuerpo, la piel estallada por la obesidad y la descomposición.
De hecho, en Betania no volvió a celebrarse nunca mas una reunión como aquel banquete. Lázaro emigró un día, cansado de encontrar en las calles a desconocidos que, seriamente y sin mayor ceremonia, le decían:
—Soy el abuelo del abuelo de tu abuelo...

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