lunes, 1 de septiembre de 2008

Entre pestañas - Alberto García-Teresa


Todos dormían en aquel vagón de Metro.
El zarandeo del vehículo acunaba sus resoplidos. Al llegar a cada estación, como al salir de un trance hipnótico, algunos pasajeros despertaban, y se apeaban apresurados. Otros se internaban en él, casi como quien se sumerge en un baño de agua caliente con especias; relajándose, suspirando, desabrochándose con deleite el cuello de la camisa. Y, a los pocos segundos, bien en su asiento o aferrados a una barra, como el bebé que rodea dichoso el dedo de su madre, tras un par escueto de cabezadas, el sopor les vence... y duermen.
Nadie sabe qué ocurre en el trayecto, qué transcurre en aquellos oscuros túneles, engullidos por lombrices eléctricas.
Y cuando un pasajero despierta, incómodo en su sueño, porque allí se le ha cruzado su jefe o la hipoteca, sólo puede llegar a atisbar pequeñas esferas mecánicas suspendidas sobre las cabezas. Unas diminutas máquinas que, como una nebulosa brillante, pausadamente, a través de finos alambres, chupan el tiempo a sus víctimas; las convierten en marionetas del vaivén del reloj, de la jornada, del calendario. Y, cuando llega a posar sus ojos en ellas, se evaporan entre ligeros chasquidos, con un leve olor a imprenta, y no le queda más que la sensación vaga de un vacío incómodo, de una legaña de pesadilla. Se levanta, mira la hora, aprieta su cartera, prosigue el viaje.


Acerca del autor:
Alberto García-Teresa


1 comentario:

Txell Sales dijo...

Em recorda a "El perseguidor" de Julio Cortázar. Molt bo