El Gran Colisionador de Hadrones falló. Las peores bromas sobre el fin del mundo, por culpa del LHC, se hicieron realidad. La gente salió a las calles a disfrutar de los últimos días; insultaron a sus jefes y abandonaron sus trabajos; dejaron a sus parejas, y se encamaron con el de al lado. Todo ese caos habría pasado en un mes, y la gente se habría dado cuenta que el gran accidente del LHC tan sólo había ocasionado perdidas de miles de millones de dólares, si no hubiese sido por Marvin y Harris.
Marvin vivía en Alabama, Estados Unidos. Fue criado por un granjero para ser granjero, pero él hubiese querido ser artista. Harris era un relojero alemán, que pasaba sus horas mejorando el tiempo de los demás. Nadie supo por qué estos dos sujetos aprovecharon que los medios de transporte siguieron funcionando para hacer un raid destructor a lo largo del mundo.
Marvin destruyó primero la Estatua de la Libertad. Saltó en pedazos, y el ochenta por ciento del mundo, que no había sucumbido al caos, enmudeció al ver las imágenes por la TV. Al día siguiente Harris hizo volar por los aires el gran museo del Louvre. Aquel ochenta por ciento de sanos fue disminuyendo con cada obra maestra o gran construcción de la humanidad que estos dos sujetos desaparecían. Nadie sabía quienes eran los destructores, hasta que Cuaroni dio con Harris luego de que este desintegrase la Gran Pirámide de Giza. Cuaroni es el tercero en discordia. Había partido de su Roma natal, con la meta de asesinar a los destructores de monumentos antes de que llegase el Fin del Mundo. Y lo logró, al menos para lo que él entendía como Fin del Mundo.
Cuaroni le contó a la poca gente que miraba la TV, gracias a la otra poca que todavía acudía a sus trabajos, que los destructores eran Marvin y Harris, y que destruían los monumentos en una carrera mutua por ver quién hacía desaparecer más monumentos de la faz del planeta antes de que el Fin del Mundo llegase. Los dos destructores no se conocían en persona, sólo a través del foro de Internet “Los amantes de las Maravillas del Mundo”. Cuaroni también participaba allí.
Cuando Cuaroni por fin pudo dar caza a los dos destructores, dio la noticia por la televisión, y si el mundo, tal vez, todavía tenía chances de salir adelante, Cuaroni se cargó con las pocas posibilidades. La poca gente que quedaba cuerda y viva, no pudo tolerar semejante noticia, no que dos idiotas quisieran destruir medio mundo sólo por el gusto de hacerlo. No quedó pueblo, ciudad o nación en pie. El caos fue ya general, y el Fin del Mundo realmente llegó.
Nosotros, los científicos trabajadores del CERN, creemos ser el último grupo cuerdo. Estará en ustedes, la nueva generación, bajar de las montañas y ver qué fue lo que quedó del mundo.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario