Dejó de pensar. Tal vez alguna de sus conjeturas hubiera servido para parar el ataque, pero de todos modos él podía funcionar en piloto automático. La conducta libre y la verdad eran bazofia, no existían; lo había descubierto cuando todo aquello empezó. Comió apenas; un mendrugo de pan y una gota de coñac eran suficientes para alcanzar el estado de paz interior que se necesita para dominar el sol, para que las fuerzas invisibles que inundan el universo se pongan al servicio de quien las invoca. Apeló a sus recuerdos y retazos de viejos movimientos llegaron en su auxilio. Los árboles, los viejos amigos vegetales, hicieron de barrera al desierto psicológico que intentaba tomar posesión de la realidad. Los animales salvajes avanzaron ciegamente, sin saber a qué o quién atacaban. Funcionó. Un análisis simplista hubiera dicho que los invasores eran poderosos, pero aunque hubieran sido capaces de llegar a la meta y colgar sus banderas de los balcones, eso no tenía ningún significado. No iba a ocultar que era el último de la especie, pero justamente por eso los vencería. La Tierra era su mundo y no estaba dispuesto a perderla. Hizo la señal decisiva. El planeta comprendió el mensaje y actuó. Tal vez lo hizo para darle el gusto, imposible saberlo, pero todos y cada no de los trozos de materia que formaban a los invasores fue expulsado hacia el espacio y esparcido de tal modo que les llevaría un millón de años volver a reunirse. Recuperó el control y supo qué necesitaba de la Tierra para reiniciar el proceso y lograr que aquellas criaturas fastidiosas e interesantes volvieran a medrar sobre la superficie y ocupar los espacios vacíos. Lo supo con tal claridad que por un momento creyó haberse equivocado al suponer que su intervención había sido decisiva. Reaccionó a tiempo. Se tendió sobre la superficie del planeta y éste se redujo hasta alcanzar la forma de una mujer, joven y deseable. La abrazó con firmeza y ternura. Ella respondió a las caricias y se dejó amar.
http://grupoheliconia.blogspot.com/2010/11/sergio-gaut-vel-hartman.html
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1 comentario:
Qué belleza de cuento.
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