viernes, 13 de febrero de 2009

Intocable - Kaye Linden


Cuando se desata el huracán estoy en el armario, con las manos cerradas, quieta en meditación.
Las paredes se deforman, crujen, respiran humedad. Me abrazan. La casa resiste a la intensidad de la tormenta. Respiro el aire denso, pegajoso, y me mantengo en calma.
Los avestruces, desorientados por el temporal, chillan mientras esconden su cabeza en la arena. A pesar de los vidrios rotos, permanezco quieta. La casa se contrae, pero las paredes del armario resisten. Inhalo y exhalo profundamente, me siento protegida, cuidada. El techo rechina. Inmóvil, observo, espero. Estoy envuelta en un chal blanco, bendecido por Sikhs.
Recuerdo Delhi. Después de un huracán, aún permanecía vivo un intocable. Le faltaba un brazo y extendía la mano por sobre los perros muertos y las naranjas podridas. En aquel momento, permanecí estática.
Ahora, el huracán gira a mi alrededor, pero no me roza.
Respiro y el techo sale desprendido como una exhalación, a doscientos kilómetros por hora. Respiro nuevamente y las paredes más cercanas se estremecen. El final del vendaval no llega, y amenaza con empezar de nuevo. La puerta principal crece con la vibración. Evoco a esa adolescente, sola en la calle de Nueva Delhi, dando a luz más intocables bajo la lluvia torrencial. Había pasado delante de ellos. ¿A dónde correr? ¿A dónde esconderse?
La casa se quiebra. Se escuchan los sonidos chirriantes del metal retorciéndose. El armario se desgaja como un tejido. Las puertas tiemblan, las paredes amenazan ahogarme.
Tengo los pelos de punta, las raíces me cosquillean, cargadas de electricidad. Asentando en el suelo los pies y la mente, me preparo para la expulsión. Estoy tensa.
La presión barométrica cede y mi silla se desploma. El armario yace entre yeso roto y astillas de madera. Mi cuerpo, acurrucado, agotado, se ha salvado. He sido tocada, pero me mantengo intocable. No me puedo mover. 

Título original: Untouchable
Traducción del inglés: María del Pilar Jorge

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