domingo, 12 de octubre de 2008

La partida - Olga A. de Linares


Está por entrar a su casa cuando divisa la borrosa figura que parece haberlo estado esperando. La calle vacía, a la que la creciente oscuridad convierte en el decorado de una antigua película en blanco y negro, es el único testigo del encuentro. Avanza un paso y enfrenta al desconocido. 
—Creo que te conozco —dice el hombre que, a pesar del intenso frío, parece perder la prisa por trasponer la puerta tras la cual se adivina una confortable calidez.
—Sin duda. —La esbelta silueta, enfundada en un largo abrigo con capucha, posee la apariencia de un solitario alfil.
—Pero, aunque me resultes tan familiar, no logro recordar dónde nos hemos visto... 
—Podría ofenderme tu desmemoria... Sin embargo, me he acostumbrado a los olvidos. Tal vez sea un poco mi culpa, ¡tengo tanto que ver con ellos!
—¿Jugando al misterio?  Buen modo de intrigarme...  ¿Estás buscando un papel en alguna de mis futuras películas? 
—Estuve en muchas de ellas, no creo que vuelva a trabajar contigo.  No, estoy aquí por otro asunto. Estarás de acuerdo en que toda vida es un argumento, ¿verdad?
—¡Ah, ya veo! Seguramente crees haber escrito alguna obra maestra digna de ser filmada... Y querrás que la lea. Bien, si en ella también manejas así el suspenso y el enigma... creo que podría interesarme. No me pareces del tipo que escribe tonterías.
—Mi obligación es ponerle final a todas. No, tampoco escribo.
—¿Entonces? No logro verte, pero por tu voz te imagino joven. Más que yo, en todo caso, que como cualquiera puede ver, ya soy un viejo. En otros tiempos, no sólo me hubiera halagado tu interés en mí, lo hubiera aprovechado. Pero ahora, por más que me gustaría volver a sentir lo de entonces... no puedo. Si eso era lo que buscabas, lo siento.
—Puedo ser tan joven como cualquiera, pero podría sorprenderte con la vejez más decrépita, y aunque estoy más allá de los sentimientos que mencionas, aún puedo experimentar el desconcierto. No pensé que alguien como tú, tan interesado en mis andanzas, fuera incapaz de reconocerme. ¿O piensas que no haciéndolo cambiaré de planes?
—No te entiendo... No niego que me resultes conocido, pero no logro ubicarte. A mi edad no es raro que la memoria nos juegue malas pasadas...
—Si dijera que vine a jugar una partida de ajedrez contigo, ¿te ayudaría a ubicarme, Ingmar?
El anciano menea la cabeza, asintiendo. Ahora sí recuerda. ¡Una de sus mejores películas, sin duda! Y sí, por cierto, había sido fundamental para el éxito que, desde entonces, lo acompañó. Sin su presencia ¡nada hubiera tenido sentido!
No vuelve a pronunciar palabra y abre, por fin, la puerta; cede el paso a la singular figura y luego, sin prisa, va a preparar las piezas y el tablero.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Excelente narración. Parece haber sido escrita el 31 de julio de 2007.

Francisco Costantini dijo...

Si hay algo estoy aprendiendo, es que hay que leer los cuentos firmados por Olga A. Linares. Este está muy bueno. Ya vas a pensar que soy fan tuyo, que te ando persiguiendo por los diferentes bolgs, je... Si te molesta, empezá a escribir mal y listo.

un abrazo.

João Ventura dijo...

Muy bueno!

Anónimo dijo...

¡Ay, que emocion! A mis años, que me persiga un joven... siga, m´hijo, siga, que no me molesta para nada. Bromas aparte, gracias a todos por los comentarios. Mi ego... ¡rozagante!

Olga
(en el locutorio y sin encontrar la forma de que salga "arroba"...)